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    La Editorial Polifemo publica este interesante y necesario catálogo bibliográfico sobre Carlos III y la Ilustración. Descarga del Catálogo.
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    La Monarquía española consolidó su organización política y sus estructuras de gobierno durante el siglo XVI. Al mediar la centuria, cuando Felipe II accedió al trono, la Monarquía se describía como una entidad política plural, un conglomerado de reinos articulados políticamente, pero independientes los unos de los otros; los reinos de Aragón, Cerdeña, Mallorca, Nápoles, Navarra, Perú, Nueva España, Portugal, Sicilia y Valencia, así como el principado de Cataluña, fueron gobernados por virreyes. Aquellos que cumplían la función del rey en el lugar del rey permitiendo la ficción de que cada territorio seguía conservando a su propio soberano sin ser gobernados desde el extranjero. En esta categoría podrían añadirse, además, a los gobernadores de Milán y de los Países Bajos que actuaban como vice duques y no disponían del cargo de virreyes por no gobernar reinos. Todos ellos eran alter ego, otro yo, del soberano y gobernaban los territorios en su nombre. Duplicar la persona del rey puede ser una forma original de salvar las dificultades que plantea la distancia, pero, en un conjunto de territorios que no tenían más identidad común que la de tener un mismo soberano y profesar la misma confesión, el gobierno de lugares tan distantes debía articularse y coordinarse para evitar la quiebra del sistema. En esta obra veremos las distintas formas con que el factor distancia alteró, determinó o dificultó la gobernabilidad de tan extenso imperio y cómo fue concluyente para su construcción y también para su decadencia y liquidación en la Crisis del Antiguo Régimen. pdfÍndice e Introducción
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    Autora: Jesusa Vega González

    La mentalidad ilustrada transformó profundamente los gustos y costumbres a partir de la Filosofía del progreso asentada en la Ciencia. España participó de este proceso y a lo largo del siglo XVIII se vivió una internacionalización del pensamiento que trajo consigo la modernización de costumbres y estructuras, especialmente las administrativas, facilitando la evolución de la sociedad. Los españoles tuvieron que asimilar la reclasificación de los saberes y las prácticas a ellos asociadas, especialmente con el desarrollo de la Física -en particular la renovada Óptica- y la naciente Química. Se hizo necesario crear instituciones alternativas y generar espacios de sociabilidad donde era posible simultanear aprendizaje, entretenimiento, admiración y degustación estética; escenarios comunes donde Ciencia y Arte se desenvolvían con naturalidad y contribuían al bien común y la felicidad: Reales Fábricas, Academias, gabinetes, tertulias y demostraciones públicas que concitaron el interés de las gentes y ofrecieron conocimiento y espectáculo. En España, como en el resto de Europa, la Filosofía concebida como sinónimo de Ciencia tenía como objetivo conocer la verdad de la Naturaleza. Por esta razón, Ciencias y Artes fueron actividades interdependientes. Una característica fundamental del pensamiento dieciochesco era que no establecía discriminación entre Arte, Ciencia y Técnica; en el caso español, el atraso con respecto a otros reinos contribuyó poderosamente a vincular los estudios científicos al desarrollo artístico. Las páginas de este libro son un medio para aproximarse a la cultura dieciochesca y su revolución visual. En ese siglo, particularmente en su segunda mitad, se inicia una profunda transformación de la mirada y se configura el observador moderno, que demanda nuevos medios para satisfacer su curiosidad, su deseo de saber y registrar el mundo, es usuario de máquinas e ingenios y activo consumidor de instrumentos y espectáculos visuales. Se han recuperado prácticas y espectáculos donde Arte y Ciencia se fundieron y desarrollaron como consecuencia de la reconversión de la magia natural en ciencia experimental, en conocimiento positivo: la utilización y el disfrute de espejos, instrumentos para la visión asistida, cámaras oscuras, cajones ópticos, microscopios, linternas mágicas, gabinetes de cera, sombras chinescas y fantasmagorías... A través de ingenios y artefactos la Ciencia, el Arte y la Ilusión fueron degustados con fruición y practicados con auténtica fe en el progreso por los ilustrados españoles y, entre todos ellos, hubo uno que además lo registró, Francisco de Goya, verdadera atalaya desde la que es posible aproximarse al advenimiento del mundo moderno.
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  • contraportada-corte-barrocoportada-corte-barroco
     
    Antonio Rey Hazas, Mariano de la Campa Gutiérrez, y Esther Jiménez Pablo (coords.), La Corte del Barroco. Textos literarios, avisos, manuales de corte, etiqueta y oratoria, Ediciones Polifemo, Madrid, 2016, pp. 735. (ISBN: 978-84-16335-28-2)
    icon-32-pdfÍndice y Presentación Próximamente les ofreceremos el enlace a la web de la Editorial Polifemo.    
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    Con el conjunto de quince trabajos que acoge este volumen se pretende asediar un tema tan fecundo en la narrativa del Siglo de Oro como el de la simbiosis múltiple entre historia y ficción, cuya “relación […] es más compleja –decía Paul Ricoeur– de lo que jamás pueda decirse”. Sin renunciar a ninguna de las valencias de la ‘historia’ (desde la categoría que da cuenta de los acontecimientos y se adentra en lo social, lo religioso, lo económico, etc., hasta la que se concibe como relato verdadero, frente a lo ficticio o fabuloso), el análisis de este abigarrado campo de estudio nos pone frente a otros conceptos de tantas aristas como los de ‘verdad’, ‘objetividad’ o ‘tiempo’. A partir del binomio ‘historia’ y ‘ficción’, fundidos en la ‘historia ficticia’ o ‘ficción verdadera’, en este volumen colectivo se presenta una serie de estudios que penetra en líneas de trabajo tan fecundas –siempre en los márgenes del Siglo de Oro y sus proximidades– como la recepción, la traducción, el comparatismo, la cortesanía o los géneros literarios.
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  • vol3-la-corte-europavol1-la-corte-europa

    Autores: Martínez Millán, José Rivero Rodríguez, Manuel Gijs Versteegen

      Las distintas confesiones surgidas en el siglo XVI (catolicismo, luteranismo, calvinismo) se han estudiado como formaciones uniformes que resultan útiles para explicar el proceso de confesionalización de las Monarquías europeas. No obstante, una investigación minuciosa demuestra que existieron distintas corrientes espirituales dentro de la ortodoxia de cada confesión, apoyadas por partidos o grupos políticos que, a su vez, justificaban la práctica política de sus respectivas Monarquías; los ejemplos son numerosos: las facciones “albista” y “ebolista” en la Monarquía hispana defendían dos modelos de organización política y se apoyaban en sendas prácticas religiosas; el “partido español” en la Corte de Luis XIII conectaba con tendencias espirituales místicas y se oponía a los valores políticos y religiosos de Richelieu; en la Curia de Roma, los cardenales formaban partidos o tendencias que defendían modos diferentes de entender la espiritualidad. Igual sucedía entre luteranos y calvinistas: la pugna entre “arminianos” y “gomaristas” en los Países Bajos, o las tendencias puritana y presbiteriana en Inglaterra, etc. Asimismo, las Órdenes religiosas se identificaron con las distintas tendencias y tuvieron valedores, no solo en las Cortes de cada Monarquía, sino también en Roma. Las vías para estudiar tales influencias y relaciones son múltiples: en primer lugar, la Capilla Real (estructuras, oficiales o sermones que en ella se pronunciaban, así como la evolución del estilo y contenido de la música), y también a través de las corrientes espirituales y Órdenes religiosas que había en la Corte; con frecuencia, sus miembros escriben los libros que definen las teorías políticas que deben justificar la actuación de las Monarquías, al tiempo que eran apoyadas y sostenidas por las facciones cortesanas.
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    Álvaro Molina (ed.), La Historia del Arte en España. Devenir, discursos y propuestas, ediciones Polifemo, Madrid, 2016, pp. 557. (ISBN: 978-84-16335-24-4)
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    Pocos temas de la Historia de España han suscitado tanta atención y publicaciones como «las Comunidades de Castilla», un conflicto que tuvo una importancia singular, como demuestra el extenso debate historiográfico sobre su definición, naturaleza y características. Este libro pretende avanzar en el marco historiográfico sobre el tema, aportando, desde distintas perspectivas, novedosas contribuciones para el conocimiento de las dimensiones políticas, económicas, sociales y territoriales de las Comunidades de Castilla. A lo largo de los distintos trabajos, sus autores han expuesto diversas facetas del conflicto poliédrico que fueron las Comunidades, en cuya gestación y desarrollo intervinieron múltiples factores. La ruptura dinástica representada por el advenimiento de Carlos de Austria constituyó un elemento fundamental en los orígenes del movimiento comunero, ya que conllevó cambios sustanciales que propiciaron situaciones de crisis y conflictividad de toda índole: la quiebra del «contrato político» entre el Reino y el nuevo soberano y su Corte, la oposición a la política de gasto, el rechazo a la sucesión imperial, la lucha por el poder en el seno de los gobiernos municipales, etc. Dentro de esta complejidad, creemos haber dado cuenta de los matices implícitos en la utilización de conceptos como rebelión, revuelta, guerra civil o revolución, pues en las Comunidades, como es sabido, a nivel social y político se produjeron diferentes niveles de conflicto, tanto en el tiempo como en el espacio. Aquí adquiere especial relevancia el conocimiento de los agentes protagonistas de las Comunidades y de las dinámicas urbanas y rurales, a las que se dedican varios trabajos. Y, a nuestro juicio, el marco secular en el que debe situarse el cúmulo de conflictos debe ser el proceso de configuración de la Corte. Las Comunidades significaron una fractura en esta estructura de poder formada por instituciones y redes de patronazgo y clientelismo que articulaban el gobierno, las relaciones sociales y el territorio. Así se entiende, además, que, después de las Comunidades, las reformas de la Corte resultaron fundamentales en la recuperación del «pacto» que unía al soberano con las diversas élites sociales de la Corona de Castilla. pdfIntroducción e Índice
  • los-austrias-contraplos-austria-estuche

    Varios Autores

      Durante los siglos XVI y XVII, la Casa de Austria fue la dinastía en torno a la cual giró la historia de Europa y, en gran medida, también la historia de todo el planeta. Además de su gran poder, la Casa de Austria se caracterizó por estar dividida en dos ramas familiares separadas, que actuaban coordinadas desde las cortes de Madrid y Viena, según dejó establecido el emperador Carlos V cuando abdicó, a pesar de que sus intereses con frecuencia resultaron ser divergentes. Las interacciones entre ambas ramas no afectaron únicamente a los reinos hispánicos y al Imperio, sino también directamente a los Países Bajos y al norte de Italia, al mantenimiento de una frontera común con el Imperio otomano y, en general, a todo el continente europeo. Resulta necesario señalar que las relaciones nunca estuvieron equilibradas, sino que -durante los siglos XVI y XVII, cuando la Casa de Austria gobernó el Imperio y la Monarquía hispana simultáneamente- una rama de la dinastía siempre se erigió en guía y responsable de la política que debía seguir toda la Casa, subordinando los intereses y objetivos de la otra rama, al mismo tiempo que justificaba su actuación en defensa de la confesión católica. Semejante justificación ponía, inevitablemente, la existencia de la dinastía en manos del papado, pues el pontífice era cabeza de la Iglesia y la autoridad que definía la ortodoxia del catolicismo. Por ello se plantea la tradicional gran historia como una historia de familia en la que las cortes de Madrid, Viena y Roma, con su peculiar funcionamiento, pueden ayudar a entender mejor las claves de la historia moderna europea.La Casa de Austria tuvo una de sus señas de identidad en su capacidad para dividirse en distintas ramas familiares con las que gobernar en distintos territorios. Dependiendo del momento, Madrid, Viena, Praga, Bruselas, Graz o Innsbruck fueron sede de cortes de los Habsburgos. Las relaciones que estos centros establecieron entre sí fueron más allá de las embajadas y el contacto diplomático formal. Existió una tupida red de lealtades familiares, facciones cortesanas, religiosos, séquitos de reinas e infantas, que se encargaron de vincular las distintas cortes y buscar puntos de acuerdo en la creación de una política dinástica. Por otro lado, el siglo XVII planteó retos cruciales para la posición de la Casa de Austria, como el ascenso de Francia y los nuevos poderes del norte de Europa. A lo largo de la centuria, las cortes de Madrid y Viena tuvieron que alternar el recurso a la guerra y la diplomacia para conservar su poderío, a la vez que las distintas crisis y paces pusieron en riesgo la solidaridad dinástica y mostraron los límites de la colaboración entre ambas ramas.Tras las paces de Westfalia (1648), la correlación de fuerzas entre las cortes de Madrid y Viena se fue decantando de modo claro y progresivo hacia el lado austriaco. Durante la segunda mitad del siglo XVII, la Monarquía hispana realizó un esfuerzo denodado para conservar sus posesiones, lo que consiguió en buena medida hasta el fallecimiento de Carlos II. La disputa entre Austrias y Borbones por la herencia hispana llevó a la guerra de Sucesión y al final de los Habsburgos en España. En esta última fase, el posicionamiento a favor del candidato austriaco llevó a numerosos súbditos hispanos a la expropiación de bienes y al exilio, amargo epílogo a dos siglos de relaciones dinásticas.Por último, esta obra no podía cerrarse sin pasar revista a la herencia cultural dejada por los vínculos entre las dos ramas de los Austrias en el arte, la literatura y la religiosidad, así como su impacto en la historiografía posterior.
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  • Delille-contraportadaDelille-portada
    Este libro explica por qué y cómo, en el transcurso de su desarrollo doctrinal y tras su afirmación religiosa y política a lo largo del primer milenio de nuestra era, las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam) han desarrollado e impuesto sistemas familiares y de parentesco distintos y conscientemente opuestos, creando entre ellas barreras culturales y sociales infranqueables. icon-32-pdfÍndice e Introducción  
  • Portada-la-corte-de-felipe-iv-2La Corte de Felipe IV
    Coordinadores y co-autores de la edición
    La decadencia de la Monarquía hispana siempre se ha identificado con el reinado de Felipe IV y ese proceso histórico se ha interpretado desde planteamientos prioritariamente económicos y desde un punto de vista castellano, insistiendo en el retroceso militar que experimentó en Europa. Para justificar esta evolución, los historiadores no han dudado en acusar al monarca de ser un personaje abúlico y amigo del placer y la diversión más que del trabajo, extrayendo tales características, incluso, del semblante con que aparece en los numerosos retratos que le hizo el gran Diego Velázquez. En nuestra opinión, la interpretación que se ha dado al reinado es simplista y unidimensional.
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  • contra-publicacion-poloniaportada-publicacion-polonia
    A principios del siglo XVII, la Monarquía hispana experimentó un incremento de su presencia en los asuntos de la Europa Central y Oriental. Con el telón de fondo de la Guerra de los Treinta Años y con una política de colaboración dinástica con la rama de Viena cada vez más estrecha, los agentes y diplomáticos españoles se aproximaron a los distintos poderes de la región. Esto propició un entendimiento con el reino de Polonia-Lituania, potencia hegemónica en el septentrión a principios del siglo XVII. Un reino complejo, electivo en lo que se refiere a su corona, con la nobleza de mayor autoridad de todo el continente. Pero también un reino extenso, bañado por el Báltico y vecino del Imperio, lleno de posibilidades a nivel geopolítico y comercial. En este volumen estudiamos las relaciones, prácticamente desconocidas, entre ambas potencias, centrándonos en una etapa clave de su historia. Se trata de los años de la guerra con Francia y las rebeliones dentro de la Monarquía hispana. Pero también, del gran levantamiento cosaco y la invasión sueca de Polonia. Unas relaciones marcadas por los intereses personales de la dinastía reinante en Polonia, los Vasa, cuyos príncipes buscaron el amparo y protección del rey de España, llegando a viajar a sus posesiones mientras sus flotas y soldados servían a la Casa de Austria. Estos contactos estaban encuadrados en una estrategia más amplia, de carácter dinástico, en los que la rama imperial jugó un papel clave. Un modelo hegemónico que durante aquellos años vivió su auge y posterior declive, en medio de una Europa en guerra.
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