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  • contra-casa-real-castilla-IIestuche-casa-real-castilla-II

    Autores

    Gambra Gutiérrez, Andrés Labrador Arroyo, Félix

      La Corte no puede identificarse con un elemento concreto de la organización política de las Monarquías europeas anteriores al siglo XIX, sino que constituye un paradigma político. Es decir, fue el marco institucional y político en el que se desarrollaron los acontecimientos, y podría afirmarse que los sucesos que no se dieron en la Corte o repercutieron sobre ella no existieron políticamente hablando. Esto es, la Corte se constituyó (utilizando la terminología aristotélica) en la “forma” política del reino. La Monarquía hispana fue una gran organización política articulada por cortes. Tal estructura de organización conllevaba la existencia en cada reino de una “corte” y de una o varias “casas reales”, lo que en apariencia constituye una contradicción, pues una sola era la persona del monarca. De ahí que, siendo una única organización política, sus reyes dispusieron de numerosas casas reales, completamente formadas y en plenitud de funcionamiento, donde se integraban y prestaban servicio las elites de los diferentes reinos. Uno de ellos era el de Castilla, cuyos monarcas, al igual que en el resto de Europa, habían articulado desde la Baja Edad Media, en el marco de la Corte y de la Casa real, una dilatada serie de departamentos y servicios, concebidos y desarrollados para satisfacer sus necesidades. Los historiadores que han estudiado la Casa de Castilla, sus orígenes y los oficios que la componían, han mostrado cómo adquirió entidad con departamentos y secciones, sobre todo a partir de la dinastía Trastámara. Pero ningún monarca ordenó –que sepamos– la redacción de unas ordenanzas que fijasen sus secciones y definiesen el cometido de sus oficios, y mientras Castilla perduró como reino independiente, semejante “descuido” no tuvo consecuencias. El problema se planteó cuando una dinastía nueva, los Habsburgo, con casa propia y más perfeccionada que la castellana, heredó los reinos y territorios articulados en torno a la corona de Castilla. Durante los reinados de Carlos V y Felipe II, las elites castellanas que colaboraron en la articulación de la Monarquía hispana incurrieron en una contradicción: si, en un primer momento, cuando Carlos V reunió las Cortes en Valladolid en 1518, se mostraron reticentes y recabaron el protagonismo de la Casa de Castilla de la que formaban parte, no sucedió lo mismo cuando, años más tarde, el Emperador, interesado en facilitar la proyección del príncipe Felipe fuera de Castilla con motivo del viaje que realizó por Europa en 1548, dispuso que se sustituyese en el servicio del príncipe la Casa de Castilla, que venía siendo la suya, por la Casa de Borgoña. En esta ocasión, las elites castellanas aceptaron la nueva modalidad de servicio con tal de que sus miembros ocupasen los distintos cargos. La Casa de Castilla, sin ordenanzas y regida por la costumbre, se limitó a poner algunas de sus secciones al servicio de la Casa de Borgoña, produciéndose una simbiosis entre algunos cargos y funciones que estaban repetidos, castellanizándose ésta última al ocupar las elites del reino de Castilla los principales cargos y oficios de la Casa de Borgoña. Solo la Casa de las reinas se mantuvo conforme al modelo castellano de la época de Isabel la Católica, no sin que la influencia de Borgoña se dejase ver en las etiquetas que se dieron en 1575 para el gobierno de la Casa de la reina Ana. Esta confusa y etérea unión de Casas –la del Reino que sustentaba el Imperio y la de la dinastía– se mantuvo sin problemas durante el siglo XVI, mientras las elites castellanas controlaban e influían en el gobierno de la Monarquía. En el siglo XVII, esas elites fueron desplazadas, y las quejas y vindicaciones de los méritos de Castilla en la construcción de la Monarquía comenzaron a afirmarse en términos de contestación, llegándose al punto de que la Casa de Castilla (sin ordenanzas, pero con tradición) se convirtió en la “oposición política” al gobierno.  
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  • contraportada-dominio-realidad-crisis-discursoportada-dominio-realidad-crisis-discurso
    En el siglo XVIII se produjo una profunda transformación cultural, social y política que se cuenta entre las más trascendentales de la Historia de Europa. El sistema cortesano que, hasta ese momento, había regido el modelo social, político y cultural de los europeos entró en crisis. La figura del padre de familia asociada al gobernante y el principio aristotélico de equidad fueron puestos en entredicho, quedando desacreditados y, finalmente, remplazados por nuevos valores. En el paso del siglo XVII al XVIII afloró una nueva forma de ver y expresar la realidad en el arte y la literatura, naciendo una nueva cosmovisión a partir del valor concedido y reconocido a la ciencia y la forma de articular y dominar el territorio para actuar sobre él. Las transformaciones culturales afectaron a toda la organización político-social que conocemos como sistema cortesano; filósofos y políticos entendieron que el esquema aristotélico lejos de armonizar la sociedad a través de una escala de obediencias la sumía en una perenne postración debida a su articulación convencional. Era necesario acabar con esa civilización para que apareciese el auténtico individuo, cuyo modelo no era ya el cortesano (ocupado en medrar y aparentar), sino el ciudadano (comprometido con la comunidad), llamando a transformar la suma de individualidades en nación. El estudio del paso de uno a otro modelo dio lugar a una nueva realidad; analizar este proceso es el objetivo de los autores de esta obra. icon-32-pdfÍndice e Introducciones Enlace a Polifemo.  
  • Portada Libro Diálogo de las empresas militares y amorosas
    Autor:  Paulo Jovio
    Traducción: Alonso de Ulloa Edición crítica, introducción y notas de: Jesús Gómez Edición Ilustrada
    En animado diálogo con su amigo Domenichi, el obispo Giovio expone de manera autobiográfica cuáles son las características principales del género de las empresas que, si bien están asociadas a la amplia corriente emblemática desarrollada durante la época, presentan algunos rasgos peculiares sistematizados aquí por primera vez, sobre todo en lo que se refiere a su variable combinación de la imagen con la escritura: cuerpo y alma respectivamente, según la terminología popularizada por el obispo italiano. Uno de los atractivos que presenta la lectura del Diálogo de las empresas, junto con los comentarios personales que hacen los interlocutores sobre las circunstancias en que fueron creadas cada una de ellas, en las que se conmemoran tanto hechos de armas como de amor, es la reproducción de los magníficos grabados de la edición lyonesa del diálogo, con los cuales la comprensión de los motes que forman el alma de cada una de las empresas resulta todavía más sugerente y eficaz.
    ISBN: 9788496813700
    Editorial: Polifemo, Ediciones Año de edición: 2012 Páginas: 336 Encuadernación: Tapa blanda Ancho: 17 cm. Alto: 24 cm.
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  • Portada-centros-de-poder-italianosIIPortada-centros-de-poder-italianos

    Autores

    Martínez Millán, José Rivero Rodríguez, Manuel

      En los siglos XVI y XVII, parte del territorio de la actual República Italiana formó parte de una entidad conocida como Monarquía Hispana o Monarquía Católica. Su naturaleza política solo se entiende desde el paradigma de la corte, desde la existencia de un entramado que, con diversos vínculos, con múltiples ramificaciones, articuló un espacio cuyos dos polos principales, pero no únicos, los constituyeron las cortes de Madrid y Roma. En la Italia que no estaba bajo el dominio de la Casa de Austria, soberanos como los duques de Saboya, Mantua o Parma –ellos mismos o sus familiares–, estuvieron en la nómina de los puestos de gobierno de la Monarquía, al frente de virreinatos, ejércitos, embajadas, etc. Cuando un soberano concede a otro el mando de sus ejércitos, de una provincia o le encarga su representación, los vínculos convencionales entre estados no parece que den mucha información sobre la realidad política, y debe irse más allá de los vínculos formales entre “estados” (intercambio de embajadores, definición de fronteras, soberanía territorial…) para comprender la naturaleza del fenómeno. Deben analizarse las redes de cortes, con todas sus variables familiares y, sobre todo, clientelares, porque las casas y las cortes de los soberanos se hallaban en el epicentro del sistema de relación y cohesión del poder. De esa forma, la permanencia de la Monarquía como poder hegemónico en Italia estuvo vinculada a la integración de las elites de ambas penínsulas en proyectos comunes, cimentados por el parentesco y por las redes clientelares y de patronazgo. Génova, Roma y las diferentes cortes italianas se acoplaron a la realidad de la Monarquía Hispana haciendo de Italia un complemento fundamental en lo político (el desarrollo del “sistema español”), en lo militar (frente al Imperio Otomano), en lo religioso (Roma ejerció como autoridad espiritual y jurisdiccional) y en lo económico (Génova fue el principal centro financiero). Por otra parte, Saavedra Fajardo estableció, en el siglo XVII, los términos sobre los que se sustentaba una larga tradición de entendimiento entre los ingenios de ambas naciones. A su juicio, ambas cayeron en el silencio durante las invasiones de bárbaros y musulmanes, ambas despuntaron al unísono: Petrarca y Dante por un lado y Juan de Mena y el marqués de Santillana por otro sacaron a las lenguas italiana y española de la barbarie, igualándolas al latín –“su espíritu, su pureza, su erudición y gracia les igualó con los poetas antiguos más celebrados”–. A pesar de este forzado paralelismo, Diego de Saavedra no tenía duda de que, en primer lugar, iban los italianos: Petrarca, Dante, Ariosto y Tasso abrían caminos, eran señalados como precursores y marcaban, como punto de partida y de comparación, su breve relato de la literatura española desde Garcilaso (que comenzó a escribir “en tiempos más cultos”) hasta Lope o Góngora. Parecía ineludible que, al hacer repaso de la Historia de las letras españolas, se comenzase con autores italianos; salvo Camoens y Ausias March, ningún autor de cualquier otra lengua figuraba en el Parnaso español. Cada vez que se alude a los fundamentos de la modernidad europea todas las miradas convergen en Italia. En el caso español es inevitable: la producción literaria y artística, así como la cultura, la política, la religión y casi todas las manifestaciones de la sociedad del Siglo de Oro imitaron, siguieron, compararon, emularon e incluso trataron de superar al país cisalpino. Modelo admirado y, a la vez objeto de codicia tras las famosas guerras de Italia (1494-1559), los españoles fueron dominadores y también “dominados”. En el caso de las relaciones artísticas y culturales, aunque la división pueda parecer artificiosa, se pretende subrayar y enfatizar una idea planteada por Benedetto Croce y no suficientemente desarrollada después, la de que no podía concebirse el Renacimiento o el Barroco italiano sin contar con lo español. Conforme a esa premisa, se propone aquí una lectura semejante pero a la inversa: el Siglo de Oro y las realizaciones en el mundo de las ideas, la literatura y el arte suelen verse como algo propiamente español pero no es concebible sin la profunda huella de lo italiano en la vida española. Resulta evidente que ese fecundo intercambio propició el desarrollo de la cultura cortesana y los ejemplos de Castiglione y Guevara son buena muestra de ello.  
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  • contraportada-decadencia-reconfiguracionportada-decadencia-reconfiguracion

    ¿Decadencia o Reconfiguración? Las Monarquías de España y Portugal en el cambio de siglo (1640-1724)

    A lo largo de los años del cambio de siglo la Monarquía hispana se encontró en una encrucijada: o bien seguir la política hispana de Felipe II (Monarchia Universalis), o asumir los dictados de Roma y subordinarse a su jurisdicción. Felipe III optó por esta segunda opción y el papado le concedió el sobrenombre de “Monarquía Católica”. A partir de entonces, los principios sobre los que la Monarquía hispano-portuguesa proyectó su política y estableció su cultura estuvieron basados en el universalismo de la confesión católica dictados por Roma. Los tratadistas políticos se vieron obligados a reformular una teoría política que defendiera y justificara la subordinación del poder de la Monarquía a Roma, al mismo tiempo que las nuevas Órdenes religiosas “descalzas” catequizaban a la sociedad en una espiritualidad que dependía directamente de Roma. Muy pronto, se demostró que el seguimiento de esta política resultaba contradictorio y perjudicial para el sostenimiento e institucionalización de la Monarquía. El mantenimiento económico de la política católica recayó en la Monarquía (preferentemente en Castilla), que no encontró más recursos que el establecimiento de impuestos y el ahorro en la concesión de mercedes y gratificaciones a sus súbditos. Desde este punto de vista, la llamada decadencia de la Monarquía Católica -durante el reinado de Felipe IV- se caracterizó por una serie de contradicciones. Por lo que respecta a la Monarquía portuguesa también se le planteó un nuevo reto tras la independencia obtenida en la misma época. Los Braganza necesitaban una reconfiguración de su Monarquía para poder subsistir con independencia. icon-32-pdfÍndice Enlace a Polifemo
  • Bajo-acusacion-felipeIII-intEl valimiento en la Corte de Felipe III
    El poder del duque de Lerma y de los Sandoval en la corte de Felipe III dio vida a un modelo de valimiento a nivel europeo. La gran influencia sobre el Rey Piadoso y el estricto control que llegó a ejercer sobre la corte, y sobre toda la estructura burocrática y administrativa de la Monarquía, permitió a Lerma dirigir durante veinte años, gracias a una amplia delegación de poderes por parte del soberano, la principal potencia europea de la época. Sin embargo, el gobierno del valido y de su sucesor y heredero, el duque de Uceda, no fue indiscutido y de hecho tuvo que enfrentarse con una gran oposición. Una de las maneras más eficaces de los enemigos de los Sandoval para presentar sus protestas al rey y denunciar, al mismo tiempo, las culpas de la facción dominante, fue mediante los cargos que colocaron bajo acusación a algunos hombres clave del gobierno.

    El valimiento en el reinado de Felipe III, procesos y discursos.

    Durante el reinado de Felipe III, los procesos contra Alonso Ramírez de Prado, Pedro Franqueza y Rodrigo Calderón representaron graves ataques al poder del duque de Lerma e iniciaron un debate que retomaba muchos temas ya presentes en la rica literatura política sobre la corte y sobre los favoritos que se desarrollaba durante esos años. Tras la muerte de Felipe III, los procesos contra los duques de Uceda y de Osuna y las acusaciones contra el cardenal duque de Lerma por su excesiva acumulación de mercedes profundizaron aún más estos discursos. A través de los memoriales de los fiscales y las respuestas de los abogados de la defensa, resulta posible reconstruir el debate en torno al favorito, influenciado por el clima cultural e intelectual de la época. Bajo acusación fue puesto, idealmente, el propio rey que había permitido el ascenso de los acusados, el rey que había ido más allá de los límites de su poder delegándolo, de forma arbitraria e ilegal, en algunos de sus súbditos.
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  • nobleza-portada2nobleza-portada

    Autores Rivero Rodríguez, Manuel

    Los cambios en la espiritualidad de los siglos XVI y XVII incidieron en el desarrollo de un nuevo ideal aristocrático en la Edad Moderna europea. Fue un cambio no sólo cultural sino también de la estructura de la sociedad, donde la formación de la nobleza no puede interpretarse sólo desde perspectivas sociológicas, económicas o ideológicas. Aristocratización, refeudalización o traición de la burguesía son esquemas poco útiles para comprender un proceso tan complejo. La creación de las nuevas noblezas europeas altomodernas tuvo un fuerte vínculo con la Reforma, el Concilio de Trento y la revolución religiosa del siglo XVI. Se forjó en un ambiente en el que los nobles fueron al mismo tiempo cortesanos y miles christianus. Con las reformas católicas y protestante se produjo un cierre estamental, que acentuó las lineas divisorias de los tres estados, heredadas de la época medieval. VER ÍNDICE
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  • felipeiv-tiii-vol.1-educacion
    Ya está disponible el tomo tercero de la obra sobre La Corte de Felipe IV. Les dejamos con el índice y la presentación de los cuatro volúmenes. Los cuatro volúmenes que presentamos integran el Tomo III de la obra La Corte de Felipe IV (1621-1665). Reconfiguración de la Monarquía católica. Como anunciábamos en la “Introducción” del Tomo I de la obra, ésta se proyectaba en tres grandes apartados:
    • Tomo I. Las Casas Reales (Volúmenes 1, 2 y 3).
    • Tomo II. Servidores de las Casas Reales y Ordenanzas promulgadas durante el reinado, publicación en un CD. Aparecieron a finales del año 2015.
    • Tomo III. Corte y cultura en la época de Felipe IV, cuatro volúmenes:
    1. Volumen 1. Educación del rey y organización política.
    2. Volumen 2. El sistema de corte. Consejos y Hacienda.
    3. Volumen 3. Espiritualidad, literatura y teatro.
    4. Volumen 4. Arte, coleccionismo y sitios reales.
    • Tomo IV: Los Reinos y la política internacional (tres volúmenes, en prensa).
    De acuerdo con nuestra metodología (el “sistema de corte”), estos volúmenes estudian la organización y evolución de la Monarquía Católica durante el reinado de Felipe IV, es decir, durante el periodo considerado como de crisis y decadencia. Aunque la obra resulta muy extensa y se tratan diferentes materias, de acuerdo con el método interdisciplinar que venimos aplicando, la corte de Felipe IV no se ha estudiado completamente ni éste ha sido nuestro objetivo, sino abordar el período desde un nuevo planteamiento que sirva a los investigadores interesados en temas de dicho reinado a realizarlos desde nuestra perspectiva, que consideramos renovadora. Ciertamente, nuestros análisis y conclusiones pueden estar equivocados, pero estamos seguros de que, tras la lectura de los diferentes capítulos, la visión asentada y comúnmente admitida sobre la evolución del reinado, que aparece en los manuales universitarios, quedará por lo menos removida; valga recordar, entre otros, temas tan paradigmáticos como el concepto de Monarquía Católica, los planteamientos políticos del conde duque de Olivares, la hacienda de la Monarquía o la renovada visión sobre la escultura y el palacio del Buen Retiro; así mismo otros tan poco conocidos como la cartografía de los dominios de la monarquía durante ese período o la nueva religiosidad y la renovada interpretación del teatro cortesano. icon-32-pdfÍndice y presentación Enlace a Polifemo.
  • contraportadaCorte-y-estado-portada
    El sistema político cortesano, vigente en Europa durante el Antiguo Régimen, se caracterizó por tener una justificación propia, formulada durante la Baja Edad Media a partir de la recepción cristiana de los valores de la filosofía moral clásica. Esta forma de organización política llegó a ser caricaturizada en la historiografía decimonónica que intentaba justificar el nuevo modelo político del Estado-Nación. El mundo de la Corte provocaba admiración por sus expresiones artísticas, aunque parecía carecer de racionalidad como comunidad política y moral. La cosmovisión cortesana se basaba en la correspondencia armónica entre los planos ético, político y transcendente que se expresaban en el gobierno del hombre virtuoso sobre sus pasiones, el del rey virtuoso sobre la comunidad política y el de Dios sobre todo el universo. Estos planteamientos serían puestos en duda durante la Reforma protestante, que partía del abismo insuperable entre los planos divino y humano. Al subrayar la incapacidad del ser humano para alcanzar la virtud por su propia fuerza, como resultado de su naturaleza corrompida por el pecado original, los reformadores llegarían a cuestionar la idea del gobierno virtuoso. Posteriormente tendría lugar un largo proceso en el que los valores clasicistas que fundaban el modelo cortesano serían criticados y reinterpretados. Nuevos discursos filosófico-políticos intentarían restaurar la brecha entre moral y política, sustituyendo el cultivo de la virtud por la disciplina y el cumplimiento de las leyes. A partir de finales del siglo XVIII, con el surgimiento de la idea del espíritu del pueblo y las revoluciones burguesas, comenzaría a imponerse el modelo del Estado-Nación acompañado de una nueva ética burguesa.
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  • PortadaII-relaciones-monarquiasestuche-relaciones-monarquias

    Autores

    José Martínez Millán 

    Maria Paula Marçal Lourenço

    Los tratadistas de principios del siglo XVII fueron conscientes de las transformaciones producidas en la administración de las Monarquías, aunque en ningún momento pensaron que había cambiado la justificación ideológica ni la configuración política en las que se basaban, ni mucho menos la organización institucional hasta el punto de haber entrado en una forma distinta de “Estado”. Lo que había cambiado era la organización de la Corte, que comenzaron a definir de manera distinta a como se venía haciendo desde el siglo XIII. A partir del siglo XVII, la heterogeneidad que fue alcanzando la sociedad y las solicitudes para servir a los reyes fueron tan numerosas que, necesariamente, los monarcas se vieron obligados a organizar de otra forma la gestión del reino, lo que fue determinante tanto para la configuración de la Corte (creación de nuevos Consejos e instituciones de gestión) como para el comportamiento cortesano. En definitiva, las relaciones no-institucionales siguieron prevaleciendo sobre las relaciones institucionales a la hora de articular el poder en la sociedad. Este ha sido nuestro planteamiento a la hora de estudiar las relaciones entre las Monarquías de España y Portugal. Tal enfoque ha permitido constatar que hubo más influjos entre ambas Monarquías que los que se han puesto de manifiesto desde el modelo “estatalista”. Además, por primera vez se estudia el papel protagonista que las reinas –y un importante sector de mujeres nobles– ejercieron en la política de las Monarquías del Antiguo Régimen sin forzar planteamientos históricos ni recurrir a métodos empleados en los estudios de “género”.  

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