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  • La Corte de Carlos V - ebook gratuito

    La comunidad científica, investigadores y público en general, pueden acceder a los cinco volúmenes de la obra magna LA CORTE DE CARLOS V, dirigida por el Dr. José Martínez Millán. Colección hace tiempo agotada, pero que ya está disponible en el repositorio digital de la UAM. Entre 1998 y el año 2000 fueron numerosos los eventosy ediciones relacionados con la conmemoración de los centenarios de la muertede Felipe II y el nacimiento de Carlos V. Nuestro grupo de investigaciónparticipó en varios congresos y seminarios, y además elaboró por encargo de laSociedad Estatal, bajo la dirección del profesor MARTÍNEZ MILLÁN, una obra degran impacto nacional e internacional, LaCorte de Carlos V, en cinco volúmenes, que no tardó en agotarse. Gracias ala Biblioteca de la Universidad Autónoma de Madrid, que la ha incluido en suproyecto de digitalización de las obras de la comunidad científica de la UAM,ahora vuelve a ser accesible para todos los estudiosos e investigadores del periodo.  
      Además,también se encuentran digitalizadas las Actas de los congresos celebrados enMadrid en 1998 sobre Felipe II   Felipe II (1527-1598). Europa y la Monarquía Católica, y en elaño 2000 sobre Carlos V Carlos V y la quiebra del humanismo político en Europa (1530-1558), y otros artículos y comunicaciones de los miembros del Instituto Universitario La Corte en Europa.   + información  =================================== descarga GRATUITA EN DIALNET ===================================
  • PortadaII-relaciones-monarquiasestuche-relaciones-monarquias

    Autores

    José Martínez Millán 

    Maria Paula Marçal Lourenço

    Los tratadistas de principios del siglo XVII fueron conscientes de las transformaciones producidas en la administración de las Monarquías, aunque en ningún momento pensaron que había cambiado la justificación ideológica ni la configuración política en las que se basaban, ni mucho menos la organización institucional hasta el punto de haber entrado en una forma distinta de “Estado”. Lo que había cambiado era la organización de la Corte, que comenzaron a definir de manera distinta a como se venía haciendo desde el siglo XIII. A partir del siglo XVII, la heterogeneidad que fue alcanzando la sociedad y las solicitudes para servir a los reyes fueron tan numerosas que, necesariamente, los monarcas se vieron obligados a organizar de otra forma la gestión del reino, lo que fue determinante tanto para la configuración de la Corte (creación de nuevos Consejos e instituciones de gestión) como para el comportamiento cortesano. En definitiva, las relaciones no-institucionales siguieron prevaleciendo sobre las relaciones institucionales a la hora de articular el poder en la sociedad. Este ha sido nuestro planteamiento a la hora de estudiar las relaciones entre las Monarquías de España y Portugal. Tal enfoque ha permitido constatar que hubo más influjos entre ambas Monarquías que los que se han puesto de manifiesto desde el modelo “estatalista”. Además, por primera vez se estudia el papel protagonista que las reinas –y un importante sector de mujeres nobles– ejercieron en la política de las Monarquías del Antiguo Régimen sin forzar planteamientos históricos ni recurrir a métodos empleados en los estudios de “género”.  
  • Portada-centros-de-poder-italianosIIPortada-centros-de-poder-italianos

    Autores

    Martínez Millán, José Rivero Rodríguez, Manuel

      En los siglos XVI y XVII, parte del territorio de la actual República Italiana formó parte de una entidad conocida como Monarquía Hispana o Monarquía Católica. Su naturaleza política solo se entiende desde el paradigma de la corte, desde la existencia de un entramado que, con diversos vínculos, con múltiples ramificaciones, articuló un espacio cuyos dos polos principales, pero no únicos, los constituyeron las cortes de Madrid y Roma. En la Italia que no estaba bajo el dominio de la Casa de Austria, soberanos como los duques de Saboya, Mantua o Parma –ellos mismos o sus familiares–, estuvieron en la nómina de los puestos de gobierno de la Monarquía, al frente de virreinatos, ejércitos, embajadas, etc. Cuando un soberano concede a otro el mando de sus ejércitos, de una provincia o le encarga su representación, los vínculos convencionales entre estados no parece que den mucha información sobre la realidad política, y debe irse más allá de los vínculos formales entre “estados” (intercambio de embajadores, definición de fronteras, soberanía territorial…) para comprender la naturaleza del fenómeno. Deben analizarse las redes de cortes, con todas sus variables familiares y, sobre todo, clientelares, porque las casas y las cortes de los soberanos se hallaban en el epicentro del sistema de relación y cohesión del poder. De esa forma, la permanencia de la Monarquía como poder hegemónico en Italia estuvo vinculada a la integración de las elites de ambas penínsulas en proyectos comunes, cimentados por el parentesco y por las redes clientelares y de patronazgo. Génova, Roma y las diferentes cortes italianas se acoplaron a la realidad de la Monarquía Hispana haciendo de Italia un complemento fundamental en lo político (el desarrollo del “sistema español”), en lo militar (frente al Imperio Otomano), en lo religioso (Roma ejerció como autoridad espiritual y jurisdiccional) y en lo económico (Génova fue el principal centro financiero). Por otra parte, Saavedra Fajardo estableció, en el siglo XVII, los términos sobre los que se sustentaba una larga tradición de entendimiento entre los ingenios de ambas naciones. A su juicio, ambas cayeron en el silencio durante las invasiones de bárbaros y musulmanes, ambas despuntaron al unísono: Petrarca y Dante por un lado y Juan de Mena y el marqués de Santillana por otro sacaron a las lenguas italiana y española de la barbarie, igualándolas al latín –“su espíritu, su pureza, su erudición y gracia les igualó con los poetas antiguos más celebrados”–. A pesar de este forzado paralelismo, Diego de Saavedra no tenía duda de que, en primer lugar, iban los italianos: Petrarca, Dante, Ariosto y Tasso abrían caminos, eran señalados como precursores y marcaban, como punto de partida y de comparación, su breve relato de la literatura española desde Garcilaso (que comenzó a escribir “en tiempos más cultos”) hasta Lope o Góngora. Parecía ineludible que, al hacer repaso de la Historia de las letras españolas, se comenzase con autores italianos; salvo Camoens y Ausias March, ningún autor de cualquier otra lengua figuraba en el Parnaso español. Cada vez que se alude a los fundamentos de la modernidad europea todas las miradas convergen en Italia. En el caso español es inevitable: la producción literaria y artística, así como la cultura, la política, la religión y casi todas las manifestaciones de la sociedad del Siglo de Oro imitaron, siguieron, compararon, emularon e incluso trataron de superar al país cisalpino. Modelo admirado y, a la vez objeto de codicia tras las famosas guerras de Italia (1494-1559), los españoles fueron dominadores y también “dominados”. En el caso de las relaciones artísticas y culturales, aunque la división pueda parecer artificiosa, se pretende subrayar y enfatizar una idea planteada por Benedetto Croce y no suficientemente desarrollada después, la de que no podía concebirse el Renacimiento o el Barroco italiano sin contar con lo español. Conforme a esa premisa, se propone aquí una lectura semejante pero a la inversa: el Siglo de Oro y las realizaciones en el mundo de las ideas, la literatura y el arte suelen verse como algo propiamente español pero no es concebible sin la profunda huella de lo italiano en la vida española. Resulta evidente que ese fecundo intercambio propició el desarrollo de la cultura cortesana y los ejemplos de Castiglione y Guevara son buena muestra de ello.  
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  • vol3-la-corte-europavol1-la-corte-europa

    Autores: Martínez Millán, José Rivero Rodríguez, Manuel Gijs Versteegen

      Las distintas confesiones surgidas en el siglo XVI (catolicismo, luteranismo, calvinismo) se han estudiado como formaciones uniformes que resultan útiles para explicar el proceso de confesionalización de las Monarquías europeas. No obstante, una investigación minuciosa demuestra que existieron distintas corrientes espirituales dentro de la ortodoxia de cada confesión, apoyadas por partidos o grupos políticos que, a su vez, justificaban la práctica política de sus respectivas Monarquías; los ejemplos son numerosos: las facciones “albista” y “ebolista” en la Monarquía hispana defendían dos modelos de organización política y se apoyaban en sendas prácticas religiosas; el “partido español” en la Corte de Luis XIII conectaba con tendencias espirituales místicas y se oponía a los valores políticos y religiosos de Richelieu; en la Curia de Roma, los cardenales formaban partidos o tendencias que defendían modos diferentes de entender la espiritualidad. Igual sucedía entre luteranos y calvinistas: la pugna entre “arminianos” y “gomaristas” en los Países Bajos, o las tendencias puritana y presbiteriana en Inglaterra, etc. Asimismo, las Órdenes religiosas se identificaron con las distintas tendencias y tuvieron valedores, no solo en las Cortes de cada Monarquía, sino también en Roma. Las vías para estudiar tales influencias y relaciones son múltiples: en primer lugar, la Capilla Real (estructuras, oficiales o sermones que en ella se pronunciaban, así como la evolución del estilo y contenido de la música), y también a través de las corrientes espirituales y Órdenes religiosas que había en la Corte; con frecuencia, sus miembros escriben los libros que definen las teorías políticas que deben justificar la actuación de las Monarquías, al tiempo que eran apoyadas y sostenidas por las facciones cortesanas.
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