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La Monarquía española consolidó su organización política y sus estructuras de gobierno durante el siglo XVI. Al mediar la centuria, cuando Felipe II accedió al trono, la Monarquía se describía como una entidad política plural, un conglomerado de reinos articulados políticamente, pero independientes los unos de los otros; los reinos de Aragón, Cerdeña, Mallorca, Nápoles, Navarra, Perú, Nueva España, Portugal, Sicilia y Valencia, así como el principado de Cataluña, fueron gobernados por virreyes. Aquellos que cumplían la función del rey en el lugar del rey permitiendo la ficción de que cada territorio seguía conservando a su propio soberano sin ser gobernados desde el extranjero. En esta categoría podrían añadirse, además, a los gobernadores de Milán y de los Países Bajos que actuaban como vice duques y no disponían del cargo de virreyes por no gobernar reinos. Todos ellos eran alter ego, otro yo, del soberano y gobernaban los territorios en su nombre. Duplicar la persona del rey puede ser una forma original de salvar las dificultades que plantea la distancia, pero, en un conjunto de territorios que no tenían más identidad común que la de tener un mismo soberano y profesar la misma confesión, el gobierno de lugares tan distantes debía articularse y coordinarse para evitar la quiebra del sistema. En esta obra veremos las distintas formas con que el factor distancia alteró, determinó o dificultó la gobernabilidad de tan extenso imperio y cómo fue concluyente para su construcción y también para su decadencia y liquidación en la Crisis del Antiguo Régimen. Índice e Introducción
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El poder del duque de Lerma y de los Sandoval en la corte de Felipe III dio vida a un modelo de valimiento a nivel europeo. La gran influencia sobre el Rey Piadoso y el estricto control que llegó a ejercer sobre la corte, y sobre toda la estructura burocrática y administrativa de la Monarquía, permitió a Lerma dirigir durante veinte años, gracias a una amplia delegación de poderes por parte del soberano, la principal potencia europea de la época. Sin embargo, el gobierno del valido y de su sucesor y heredero, el duque de Uceda, no fue indiscutido y de hecho tuvo que enfrentarse con una gran oposición. Una de las maneras más eficaces de los enemigos de los Sandoval para presentar sus protestas al rey y denunciar, al mismo tiempo, las culpas de la facción dominante, fue mediante los cargos que colocaron bajo acusación a algunos hombres clave del gobierno.
El valimiento en el reinado de Felipe III, procesos y discursos.
Durante el reinado de Felipe III, los procesos contra Alonso Ramírez de Prado, Pedro Franqueza y Rodrigo Calderón representaron graves ataques al poder del duque de Lerma e iniciaron un debate que retomaba muchos temas ya presentes en la rica literatura política sobre la corte y sobre los favoritos que se desarrollaba durante esos años. Tras la muerte de Felipe III, los procesos contra los duques de Uceda y de Osuna y las acusaciones contra el cardenal duque de Lerma por su excesiva acumulación de mercedes profundizaron aún más estos discursos. A través de los memoriales de los fiscales y las respuestas de los abogados de la defensa, resulta posible reconstruir el debate en torno al favorito, influenciado por el clima cultural e intelectual de la época. Bajo acusación fue puesto, idealmente, el propio rey que había permitido el ascenso de los acusados, el rey que había ido más allá de los límites de su poder delegándolo, de forma arbitraria e ilegal, en algunos de sus súbditos.+ información (ediciones Polifemo) COMPRAR EN POLIFEMO -
Baltasar de Zúñiga, hijo del conde de Monterrey, fue militar en Portugal y la Armada Invencible, gentilhombre de boca de Felipe II, embajador de Felipe III en Bruselas, París, Praga y Viena, ayo del futuro Felipe IV y luego su privado y presidente del Consejo de Italia. Su larga carrera al servicio de los Austrias es más que la enumeración de las etapas de un currículum brillante: constituye una guía privilegiada para adentrarnos en la Monarquía hispana del primer cuarto del siglo XVII y analizar la encrucijada histórica a la que se enfrentó. Los Habsburgo mantenían la hegemonía en el juego europeo pero se enfrentaban a cuestionamientos cada vez mayores. Para ejercer su poder dependían de una elite de ministros cosmopolitas de los que Zúñiga fue un consumado representante. Como tal, actuaba tanto al servicio de su linaje como al de su Rey, al que aportaba una visión global de los problemas de la Monarquía y un acercamiento dúctil a caballo entre la razón de Estado, el interés confesional y el dinástico.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO ===================================
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Autores
Martínez Millán, José Rivero Rodríguez, Manuel
En los siglos XVI y XVII, parte del territorio de la actual República Italiana formó parte de una entidad conocida como Monarquía Hispana o Monarquía Católica. Su naturaleza política solo se entiende desde el paradigma de la corte, desde la existencia de un entramado que, con diversos vínculos, con múltiples ramificaciones, articuló un espacio cuyos dos polos principales, pero no únicos, los constituyeron las cortes de Madrid y Roma. En la Italia que no estaba bajo el dominio de la Casa de Austria, soberanos como los duques de Saboya, Mantua o Parma –ellos mismos o sus familiares–, estuvieron en la nómina de los puestos de gobierno de la Monarquía, al frente de virreinatos, ejércitos, embajadas, etc. Cuando un soberano concede a otro el mando de sus ejércitos, de una provincia o le encarga su representación, los vínculos convencionales entre estados no parece que den mucha información sobre la realidad política, y debe irse más allá de los vínculos formales entre “estados” (intercambio de embajadores, definición de fronteras, soberanía territorial…) para comprender la naturaleza del fenómeno. Deben analizarse las redes de cortes, con todas sus variables familiares y, sobre todo, clientelares, porque las casas y las cortes de los soberanos se hallaban en el epicentro del sistema de relación y cohesión del poder. De esa forma, la permanencia de la Monarquía como poder hegemónico en Italia estuvo vinculada a la integración de las elites de ambas penínsulas en proyectos comunes, cimentados por el parentesco y por las redes clientelares y de patronazgo. Génova, Roma y las diferentes cortes italianas se acoplaron a la realidad de la Monarquía Hispana haciendo de Italia un complemento fundamental en lo político (el desarrollo del “sistema español”), en lo militar (frente al Imperio Otomano), en lo religioso (Roma ejerció como autoridad espiritual y jurisdiccional) y en lo económico (Génova fue el principal centro financiero). Por otra parte, Saavedra Fajardo estableció, en el siglo XVII, los términos sobre los que se sustentaba una larga tradición de entendimiento entre los ingenios de ambas naciones. A su juicio, ambas cayeron en el silencio durante las invasiones de bárbaros y musulmanes, ambas despuntaron al unísono: Petrarca y Dante por un lado y Juan de Mena y el marqués de Santillana por otro sacaron a las lenguas italiana y española de la barbarie, igualándolas al latín –“su espíritu, su pureza, su erudición y gracia les igualó con los poetas antiguos más celebrados”–. A pesar de este forzado paralelismo, Diego de Saavedra no tenía duda de que, en primer lugar, iban los italianos: Petrarca, Dante, Ariosto y Tasso abrían caminos, eran señalados como precursores y marcaban, como punto de partida y de comparación, su breve relato de la literatura española desde Garcilaso (que comenzó a escribir “en tiempos más cultos”) hasta Lope o Góngora. Parecía ineludible que, al hacer repaso de la Historia de las letras españolas, se comenzase con autores italianos; salvo Camoens y Ausias March, ningún autor de cualquier otra lengua figuraba en el Parnaso español. Cada vez que se alude a los fundamentos de la modernidad europea todas las miradas convergen en Italia. En el caso español es inevitable: la producción literaria y artística, así como la cultura, la política, la religión y casi todas las manifestaciones de la sociedad del Siglo de Oro imitaron, siguieron, compararon, emularon e incluso trataron de superar al país cisalpino. Modelo admirado y, a la vez objeto de codicia tras las famosas guerras de Italia (1494-1559), los españoles fueron dominadores y también “dominados”. En el caso de las relaciones artísticas y culturales, aunque la división pueda parecer artificiosa, se pretende subrayar y enfatizar una idea planteada por Benedetto Croce y no suficientemente desarrollada después, la de que no podía concebirse el Renacimiento o el Barroco italiano sin contar con lo español. Conforme a esa premisa, se propone aquí una lectura semejante pero a la inversa: el Siglo de Oro y las realizaciones en el mundo de las ideas, la literatura y el arte suelen verse como algo propiamente español pero no es concebible sin la profunda huella de lo italiano en la vida española. Resulta evidente que ese fecundo intercambio propició el desarrollo de la cultura cortesana y los ejemplos de Castiglione y Guevara son buena muestra de ello.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO =================================== -
Autora: Jesusa Vega González
La mentalidad ilustrada transformó profundamente los gustos y costumbres a partir de la Filosofía del progreso asentada en la Ciencia. España participó de este proceso y a lo largo del siglo XVIII se vivió una internacionalización del pensamiento que trajo consigo la modernización de costumbres y estructuras, especialmente las administrativas, facilitando la evolución de la sociedad. Los españoles tuvieron que asimilar la reclasificación de los saberes y las prácticas a ellos asociadas, especialmente con el desarrollo de la Física -en particular la renovada Óptica- y la naciente Química. Se hizo necesario crear instituciones alternativas y generar espacios de sociabilidad donde era posible simultanear aprendizaje, entretenimiento, admiración y degustación estética; escenarios comunes donde Ciencia y Arte se desenvolvían con naturalidad y contribuían al bien común y la felicidad: Reales Fábricas, Academias, gabinetes, tertulias y demostraciones públicas que concitaron el interés de las gentes y ofrecieron conocimiento y espectáculo. En España, como en el resto de Europa, la Filosofía concebida como sinónimo de Ciencia tenía como objetivo conocer la verdad de la Naturaleza. Por esta razón, Ciencias y Artes fueron actividades interdependientes. Una característica fundamental del pensamiento dieciochesco era que no establecía discriminación entre Arte, Ciencia y Técnica; en el caso español, el atraso con respecto a otros reinos contribuyó poderosamente a vincular los estudios científicos al desarrollo artístico. Las páginas de este libro son un medio para aproximarse a la cultura dieciochesca y su revolución visual. En ese siglo, particularmente en su segunda mitad, se inicia una profunda transformación de la mirada y se configura el observador moderno, que demanda nuevos medios para satisfacer su curiosidad, su deseo de saber y registrar el mundo, es usuario de máquinas e ingenios y activo consumidor de instrumentos y espectáculos visuales. Se han recuperado prácticas y espectáculos donde Arte y Ciencia se fundieron y desarrollaron como consecuencia de la reconversión de la magia natural en ciencia experimental, en conocimiento positivo: la utilización y el disfrute de espejos, instrumentos para la visión asistida, cámaras oscuras, cajones ópticos, microscopios, linternas mágicas, gabinetes de cera, sombras chinescas y fantasmagorías... A través de ingenios y artefactos la Ciencia, el Arte y la Ilusión fueron degustados con fruición y practicados con auténtica fe en el progreso por los ilustrados españoles y, entre todos ellos, hubo uno que además lo registró, Francisco de Goya, verdadera atalaya desde la que es posible aproximarse al advenimiento del mundo moderno.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO =================================== -
El sistema político cortesano, vigente en Europa durante el Antiguo Régimen, se caracterizó por tener una justificación propia, formulada durante la Baja Edad Media a partir de la recepción cristiana de los valores de la filosofía moral clásica. Esta forma de organización política llegó a ser caricaturizada en la historiografía decimonónica que intentaba justificar el nuevo modelo político del Estado-Nación. El mundo de la Corte provocaba admiración por sus expresiones artísticas, aunque parecía carecer de racionalidad como comunidad política y moral. La cosmovisión cortesana se basaba en la correspondencia armónica entre los planos ético, político y transcendente que se expresaban en el gobierno del hombre virtuoso sobre sus pasiones, el del rey virtuoso sobre la comunidad política y el de Dios sobre todo el universo. Estos planteamientos serían puestos en duda durante la Reforma protestante, que partía del abismo insuperable entre los planos divino y humano. Al subrayar la incapacidad del ser humano para alcanzar la virtud por su propia fuerza, como resultado de su naturaleza corrompida por el pecado original, los reformadores llegarían a cuestionar la idea del gobierno virtuoso. Posteriormente tendría lugar un largo proceso en el que los valores clasicistas que fundaban el modelo cortesano serían criticados y reinterpretados. Nuevos discursos filosófico-políticos intentarían restaurar la brecha entre moral y política, sustituyendo el cultivo de la virtud por la disciplina y el cumplimiento de las leyes. A partir de finales del siglo XVIII, con el surgimiento de la idea del espíritu del pueblo y las revoluciones burguesas, comenzaría a imponerse el modelo del Estado-Nación acompañado de una nueva ética burguesa.+ información (ediciones Polifemo) COMPRAR EN POLIFEMO
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Próximamente saldrá a la venta la última publicación del Instituto Universitario "La Corte en Europa". La Monarquía española durante la Edad Moderna no fue una entidad política centralizada con leyes e instituciones comunes en todos los territorios que la compusieron. Todo lo contrario, fue una yuxtaposición de reinos, en los que cada uno conservó su propia organización política y administrativa conforme se fueron uniendo (desde el siglo XV), ya fuera por herencia o por conquista, que estaban bajo la jurisdicción de un mismo monarca. Esto significó que no solo existieron instituciones y legislación diferentes, sino también que cada reino mantuvo su propia casa real y su corte aunque el rey no residiera permanentemente en ellos (esta deficiencia venían a llenarla los virreyes). La diversidad de casas reales llevó a numerosos enfrentamientos entre los servidores de las distintas casas, al mismo tiempo que suponía un gasto desmesurado para las rentas de la corona. Durante los siglos XVIII y XIX se fueron precipitando una serie de cambios en la corte y en la casa real que tuvieron un alcance más profundo que la mera preocupación por ajustar el presupuesto. Cuando se analizan detenidamente estas trasmutaciones se percibe que respondían a una evolución de la organización política de la Monarquía (como sistema cortesano) hasta transformarse en el Estado liberal. La casa real, núcleo desde donde se había iniciado la corte en la Baja Edad Media, comenzó a experimentar una serie de transformaciones que eran síntoma de la descomposición de la organización política y cultural tradicional, que presagiaban un nuevo tipo de Estado. AUTORES Beatriz BLASCO ESQUIVIAS Álvaro CÁNOVASMORENO Natalia GONZÁLEZ HERAS Félix LABRADOR ARROYO Roberto LÓPEZ VELA Cristina B. MARTÍNEZ GARCÍA José MARTÍNEZ MILLÁN David QUILES ALBERO Carlos REYERO HERMOSILLA Jesús Ángel SÁNCHEZ RIVERA Natalia TEJA REGLERO Jesusa VEGA GONZÁLEZ
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La consecución de una moralidad independiente y sin afectos teológicos durante el reformismo borbónico, secularizó la conciencia que irrumpió en lo social y lo gubernativo, dando paso a las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII, las cuales consideraron la política desde la razón influida por la República de las Letras. No obstante, los conflictos ideológicos y violentos son los que han ocupado la atención de la historiografía, dejando de lado la revolución silenciosa orquestada en el seno del sistema político de las monarquías europeas, esto es, el sistema de corte. En el transcurrir del largo siglo XVIII se produjo una despersonalización del servicio a la Monarquía, institucionalizando su administración, a pesar de su preponderancia a inicios de la Revolución Francesa y, posteriormente, durante el siglo XIX, que para Tocqueville en 1856 todavía identificaba el poder real con la corte. El monarca comenzó a manifestarse como jefe, que no ya como amo; el gobierno de la nación abandonó su papel de soberano para alcanzar el de tutor de la sociedad. Desde nuestra perspectiva, dicha Krísis la entendemos en el sentido puramente aristotélico, es decir, como cambio y movimiento –metábole–, en un momento concreto que determina la conclusión de diversos acontecimientos de un sistema y que ocasiona una nueva ordenación de la comunidad cívica, conocida en el mundo científico como “revolución”. Las diferentes estructuras cortesanas que conformaban los fundamentos de gobierno del reino de España fueron transformando su composición en función de la nueva realidad política, por la que el sistema de casas y sitios reales resultaron insostenibles ante la nueva realidad política desde mediados del siglo XVII.
Índice e Introducción Enlace a la editorial
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Con la afirmación de “Reinos a Naciones” no queremos señalar solamente un problema terminológico, sino que pretendemos referirnos a un cambio de estructura del Estado, que se culminó en el mundo occidental a comienzos del siglo XIX. Desde la Baja Edad Media hasta finales del siglo XVIII, el sistema de gobierno común en Europa fueron las Monarquías, que administraron sus respectivos Reinos. Dicho sistema, aunque evolucionó a lo largo de los siglos modernos, creó una forma de gobierno, de resolver los problemas políticos y un modo de proceder en las relaciones sociales, que se ha bautizado como “cultura cortesana”. Al comenzar el siglo XIX, el sistema político cambió al modelo de “Estado nacional”, fundamentado en los principios políticos emanados del “contrato social” y la “soberanía nacional”. No obstante, si a nivel institucional y político, la transformación resultaba clara, muchos de los elementos de la “cultura cortesana” (de la forma de proceder en el Antiguo Régimen) permanecieron en el nuevo sistema, de ahí que al pasar el foco de nuestra investigación desde la tradición cortesana de la Edad Moderna (siglos XVI, XVII y XVIII) a la Contemporánea (XIX), encontramos procedimientos que siguieron practicándose y que muchos aspectos de la cultura cortesana seguían empleándose en el nuevo sistema político, lo que genera nuevas contradicciones que es preciso investigar. Los estudios recogidos en esta obra muestran que la transformación experimentada en los organismos del “sistema cortesano” hasta convertirse en Estado nacional fueron más progresivos y pausados y menos revolucionarios de lo que nos ha enseñado la historiografía al uso.
Índice e Introducción Enlace a la Editorial.
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Durante los últimos años, la casa real de Felipe V ha sido objeto de interesantes investigaciones que señalan, con acierto, algunos de los cambios experimentados con la llegada de la nueva dinastía al trono español. No obstante, además de las nuevas Ordenanzas y Etiquetas que el joven monarca promulgó y la introducción de personajes franceses a su servicio, lo que ocasionó numerosos problemas de competencias y rivalidad social (temas en los que se ha detenido especialmente la historiografía), junto con la transformación constitucional que experimentó la Monarquía, es preciso indagar en el trasfondo ideológico y cultural que los propiciaron; lo que significa que los cambios experimentados en la organización de la Monarquía llevaban implícitos planteamientos y conceptos sobre la fundamentación del poder y el concepto de Monarquía distintos de los vigentes en siglos anteriores. Tales ideas eran fruto de la nueva mentalidad, surgida a finales del siglo XVII, cuando aparecieron conceptos que resultaban incompatibles con los fundamentos de la autoridad que sostenían las monarquías tradicionales. Desde 1650 se produjo una racionalización y secularización del pensamiento y se fue suprimiendo la hegemonía de la teología en los campos académico y cultural. De manera paulatina se fue alejando la magia y la creencia de lo sobrenatural en la cultura europea y llevó a un grupo selecto a desafiar la herencia del pasado, no solo los supuestos comunes sobre la humanidad, la sociedad, la política, sino también sobre la fe cristiana o sobre cualquier otra creencia. Ningún periodo de la historia europea muestra un cambio tan profundo hacia la racionalización y secularización de los saberes como las décadas finales del siglo XVII. Y es que el triunfo de la filosofía mecánica (Descartes, Galileo, etc.) significó el fin de la concepción animista del universo, que había sustentado el pensamiento mágico y con ello, también, se produjeron los cambios de los fundamentos del poder. Índice e Introducción Enlace a la editorial
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Autor: Paulo JovioTraducción: Alonso de Ulloa Edición crítica, introducción y notas de: Jesús Gómez Edición IlustradaEn animado diálogo con su amigo Domenichi, el obispo Giovio expone de manera autobiográfica cuáles son las características principales del género de las empresas que, si bien están asociadas a la amplia corriente emblemática desarrollada durante la época, presentan algunos rasgos peculiares sistematizados aquí por primera vez, sobre todo en lo que se refiere a su variable combinación de la imagen con la escritura: cuerpo y alma respectivamente, según la terminología popularizada por el obispo italiano. Uno de los atractivos que presenta la lectura del Diálogo de las empresas, junto con los comentarios personales que hacen los interlocutores sobre las circunstancias en que fueron creadas cada una de ellas, en las que se conmemoran tanto hechos de armas como de amor, es la reproducción de los magníficos grabados de la edición lyonesa del diálogo, con los cuales la comprensión de los motes que forman el alma de cada una de las empresas resulta todavía más sugerente y eficaz.ISBN: 9788496813700Editorial: Polifemo, Ediciones Año de edición: 2012 Páginas: 336 Encuadernación: Tapa blanda Ancho: 17 cm. Alto: 24 cm.========================================================ó
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Este libro pretende ser un merecido homenaje que ofrecemos un grupo de colegas, discípulos y amigos a la profesora Lía Schwartz, sin que haya terminado su trayectoria investigadora y docente, que sigue plenamente activa. El convencimiento de que las contribuciones de la profesora Schwartz a los estudios hispánicos (y en particular el impulso y progreso que ha aportado a la interpretación científica de la Literatura española) merecían un homenaje sin esperar a su jubilación fue impulsado en paralelo por diversos colegas que, al tener conocimiento de la confluencia de intenciones, decidieron unirse en la tarea de coordinación, edición y financiación. La dilatada vida profesional de la profesora Schwartz (de la que se ofrece a continuación una síntesis hasta el momento actual) ha merecido justos reconocimientos y distinciones, como la condecoración del gobierno español en el año 1999 con la "Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio", que se otorga a personas que se hayan distinguido ir méritos en los campos de la educación, la ciencia, la cultura o la docencia, y en 2013, nuevamente, fue condecorada con la "medalla de la Orden del Mérito Civil en España". En 2016, fue nombrada Académica correspondiente de la Real Academia Española. Índice Enlace a la editorial
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Quién fue Lope García de Castro? ¿Cuál fue su poder en los Andes en el siglo XVI? ¿Fueron los corregidores de indios que él creó las figuras cercanas al rey en los Andes? El presente libro de Javier Robles estudia la calidad regia del corregidor y el poder que ostentaba, con el fin de entender el funcionamiento de las redes de patronazgo y clientelismo. En ese sentido, el autor se aproximará a entender las influencias del sistema cortesano en la práctica política de los magistrados durante el siglo XVI. Así, el autor busca desarrollar su tesis central: el concepto del magistrado como representación del rey en los Andes. Por otra parte, estos aconteci- mientos deducirán una segunda lección: los discursos, símbolos, ceremo- niales y rituales fueron mecanismos de poder que utilizó el corregidor para representar al monarca. En ese sentido, el autor analiza cómo dicha cultura política repercutió en la autoridad que mostraba ante las elites de una sociedad sometida, de modo que favoreció las relaciones de patronazgo y clientelismo con las elites indígenas.Ganadora del primer lugar de la beca del Fondo de Promoción de Tesis de Pregrado en Historia por el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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El objetivo de este estudio es introducirnos en el proceso de formación, consolidación y crisis de una elite de poder indiana, los Gálvez, que se configura a partir del acceso a la cúspide del aparato de estado de Indias por parte de José de Gálvez, al asumir conjuntamente desde 1776 y hasta su muerte en 1787 la secretaría de Indias y la presidencia del consejo, con lo que concentraba en sus manos todos los poderes ejecutivos y judiciales en ese ámbito. Nuestro planteamiento no consiste en un estudio exhaustivo de la política entabladas por el marqués de Sonora durante su célebre visita a Nueva España, ni sobre sus reformas con la creación de las intendencias o sobre el comercio indiano, que ya han merecido abundantes estudios de profesores como Luis Navarro, John Fisher, José María Delgado Ribas y un largo etcétera, sino el de abordar en toda su profundidad la estrategia familiar y las redes de poder establecidas por el linaje Gálvez para tratar de consolidar el clan, dándole permanencia y continuidad a través de su incrustación en las instituciones indianas. Tras una visión de conjunto del proceso de forja, consolidación y decadencia de los Gálvez como una elite de poder en Indias, nos centraríamos primeramente en la formación y promoción socio-política de su patriarca y fraguador, José de Gálvez, aspecto primordial para entender la consolidación de ese grupo de poder. Introducción e Índice
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Novedad El conde duque de Olivares es uno de los pocos políticos de la España de los Austrias que aún hoy tiene un lugar en la opinión pública española, y no bueno. Acusado de ser el causante de la decadencia de España, de arruinar al país en una loca carrera imperial absurda y megalomaníaca, de destruir las libertades de los pueblos imponiendo a sangre y fuego el centralismo su figura no ha salido bien parada en la pluma de los historiadores. Este libro no pretende en modo alguno reivindicar su figura, sino proponer a través de testimonios sobre su comportamiento y actitudes, tanto propios como de sus contemporáneos, lacomprensión de una cultura política dirigente, representada por un hombre que tuvo sobre sus espaldas grandes responsabilidades de gobierno. A través de él proponemos no caer en el engaño de los prejuicios, lo irracional o lo desmesurado limitándonos a mostrar las ideas, las creencias y las esperanzas de quien tenía en su mano el gobierno de una Monarquía de tales dimensiones que era casi como cargar con el gobierno del mundo. Índice e introducción Enlace a Polifemo.
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“Si nos ceñimos al terreno de los estudios sobre la corte, la obra de Amedeo Quondam representa un jalón fundamental en la tradición europea, pues reorienta decisivamente la línea de investigación iniciada por Norbert Elías a mediados del siglo xx en lo concerniente tanto al origen geográfico (Italia) como a la ratio y forma (el sistema clasicista) que definieron el proceso de la civilización descrito por el sociólogo alemán, quien elevó a la categoría de canónico el modelo versallesco proyectado desde la corte francesa de Luis xiv al resto de Europa, sin considerar suficientemente que aquella brillante sociedad cortesana no fue el origen, sino la culminación más excelsa de un movimiento cultural iniciado mucho tiempo atrás en tierras italianas, en tiempos de los humanistas. Muchos de sus trabajos, por consiguiente, tratan de describir y explicar cabalmente esa etapa crucial de la historia occidental en la que, a partir de la recuperación sistemática del legado clásico, se configuró, mediante la reelaboración y reutilización de aquella materia prima, una nueva tipología cultural basada en el orden, la simetría y la proporción (el Clasicismo), que afectó no solo a las manifestaciones artísticas –del Renacimiento en adelante, hasta la cesura romántica– sino también, y sobre todo, al sistema de valores y la forma de vida del hombre que habitó las distintas cortes europeas desde principios del siglo xvi, conforme al arquetipo dibujado por Baldassarre Castiglione en su Libro del cortesano (1528), verdadero referente universal para el arte de la cortesanía en toda Europa, incluida Francia, a lo largo de los siguientes tres siglos” (Eduardo Torres Corominas).+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO ===================================
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El Inventario del Alcázar de Madrid de 1666 se redactó tras el fallecimiento de Felipe IV el 17 de septiembre de 1665. El documento refleja el afán coleccionista del monarca, quien en sus cuarenta y cuatro años de reinado multiplicó exponencialmente el número de obras artísticas en sus palacios. Basta compararlo con el inventario del Alcázar madrileño de 1636 para advertir la transformación decorativa de la principal residencia de la Monarquía hispánica. Un altísimo porcentaje de las obras que aparecen en el documento se refieren a los grandes maestros italianos y flamencos de los siglos XVI y XVII, sin olvidar la gran importancia que en las decoraciones regias tuvieron tapicerías, esculturas y mobiliario.Co-autores de la ediciónMartínez Leiva, Gloria Rodríguez Rebollo, ÁngelISBN: 978-84-16335-15-2 Formato: 29 x 24 cm Encuadernación: Tapa dura PVP: 75,00 Euros Fecha aparición: Febrero 2016 Editorial: Polifemo, Ediciones Año de edición: 2016
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Carlos Javier de Carlos Morales
Esta obra ha sido fruto de un proyecto de investigación patrocinado por el Banco de España y realizado con el apoyo del Instituto Universitario La Corte en Europa de la Universidad Autónoma de Madrid. Su objetivo ha consistido en elaborar y poner a disposición de especialistas, profesores y estudiantes un estudio actualizado sobre la evolución de la política financiera y monetaria y las crisis de deuda de los Austrias entre 1556 y 1647.Vol. 1
Esta obra está dividida en cinco partes: en la primera, a modo de introducción se plantea una exposición centrada en las publicaciones que ha habido desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, con el fin de aportar un marco de conocimiento y de reflexión respecto de la evolución historiográfica sobre la política financiera y monetaria (sin entrar en los estudios sobre fiscalidad, que requerirían un tratamiento singular). A continuación, se realiza una amplia síntesis sobre los fundamentos y la dinámica de la financiación y el endeudamiento (instituciones hacendísticas, formas de crédito dinástico, asentistas, ferias y mercados financieros, moneda, etc.), como sustrato que permita comprender e insertar cada una de las crisis de deuda de los Austrias en el período estudiado. La tercera parte consta de seis capítulos en los que se estudia cada una de las crisis financieras que tuvieron lugar entre 1556 y 1628 y en los que, asimismo, se realiza un comentario histórico crítico y analítico de los documentos que se emitieron (órdenes de suspensión de pagos, asientos de especial relevancia y medios generales), con objeto de facilitar la correcta interpretación tanto de su contenido como de la coyuntura histórica en la que se produjeron. En la conclusión —cuarta parte— se plantean una serie de consideraciones generales sobre las causas y las características del endeudamiento dinástico y sus crisis de sostenibilidad.Vol. 2: Corpus Documental
En esta última parte del estudio se transcribe un extenso corpus con los principales documentos relacionados con las seis crisis de sostenibilidad de la deuda que tuvieron lugar entre 1556 y 1628: órdenes y autos de suspensión de pagos, diversos asientos cuya trascendencia financiera fue notoria, los sucesivos medios generales, etc. Como norma de transcripción se respetan las grafías originales en todos los documentos y, en los manuscritos, se han resuelto las abreviaturas. La puntuación de los documentos coetáneos impresos respeta la original, salvo alguna corrección imprescindible para su correcta lectura, pues se ha considerado que su valor histórico debía mantenerse. En esta labor ha sido fundamental la tarea realizada por el personal técnico de apoyo del proyecto, la doctoranda Miriam Rodríguez Contreras, cuya implicación ha sido encomiable, y el doctorando Javier Revilla Canora. La revisión de la transcripción y la consiguiente edición documental es responsabilidad del autor. -
Les presentamos esta nueva publicación de investigadores del IULCE editada por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Tucumán. Coordinada por los profesores Guillermo Nieva Ocampo, Rubén González Cuerva y Andrea M. Navarro, esta obra, prologada por el profesor José Martínez Millán, reflexiona sobre la articulación de las cortes de los reinos y territorios de la Monarquía Hispana. En este marco, los cortesanos de todas esas cortes, a través de sus relaciones personales, establecerían los vínculos constitutivos de la Monarquía. En consecuencia, esta perspectiva nos permite estudiar una amplia gama de agentes del poder monárquico: desde los primeros cargos del gobierno de la misma (virreyes, embajadores o ministros), pasando por los cargos eclesiásticos (obispos, arzobispos, inquisidores, predicadores o confesores), hasta individuos singulares que tuvieron contacto o interés con las dinámicas políticas de la Monarquía en cada momento: comerciantes, escribanos, consejeros, esclavistas, corregidores, procuradores, militares o, incluso, nobleza sin cargos. Metodología, la del sistema cortesano, que subyace en la mayoría de los estudios que aquí se presentan.
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Con el conjunto de quince trabajos que acoge este volumen se pretende asediar un tema tan fecundo en la narrativa del Siglo de Oro como el de la simbiosis múltiple entre historia y ficción, cuya “relación […] es más compleja –decía Paul Ricoeur– de lo que jamás pueda decirse”. Sin renunciar a ninguna de las valencias de la ‘historia’ (desde la categoría que da cuenta de los acontecimientos y se adentra en lo social, lo religioso, lo económico, etc., hasta la que se concibe como relato verdadero, frente a lo ficticio o fabuloso), el análisis de este abigarrado campo de estudio nos pone frente a otros conceptos de tantas aristas como los de ‘verdad’, ‘objetividad’ o ‘tiempo’. A partir del binomio ‘historia’ y ‘ficción’, fundidos en la ‘historia ficticia’ o ‘ficción verdadera’, en este volumen colectivo se presenta una serie de estudios que penetra en líneas de trabajo tan fecundas –siempre en los márgenes del Siglo de Oro y sus proximidades– como la recepción, la traducción, el comparatismo, la cortesanía o los géneros literarios.
Índice e Introducción Enlace a la Editorial
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Autores
Gambra Gutiérrez, Andrés Labrador Arroyo, Félix
La Corte no puede identificarse con un elemento concreto de la organización política de las Monarquías europeas anteriores al siglo XIX, sino que constituye un paradigma político. Es decir, fue el marco institucional y político en el que se desarrollaron los acontecimientos, y podría afirmarse que los sucesos que no se dieron en la Corte o repercutieron sobre ella no existieron políticamente hablando. Esto es, la Corte se constituyó (utilizando la terminología aristotélica) en la “forma” política del reino. La Monarquía hispana fue una gran organización política articulada por cortes. Tal estructura de organización conllevaba la existencia en cada reino de una “corte” y de una o varias “casas reales”, lo que en apariencia constituye una contradicción, pues una sola era la persona del monarca. De ahí que, siendo una única organización política, sus reyes dispusieron de numerosas casas reales, completamente formadas y en plenitud de funcionamiento, donde se integraban y prestaban servicio las elites de los diferentes reinos. Uno de ellos era el de Castilla, cuyos monarcas, al igual que en el resto de Europa, habían articulado desde la Baja Edad Media, en el marco de la Corte y de la Casa real, una dilatada serie de departamentos y servicios, concebidos y desarrollados para satisfacer sus necesidades. Los historiadores que han estudiado la Casa de Castilla, sus orígenes y los oficios que la componían, han mostrado cómo adquirió entidad con departamentos y secciones, sobre todo a partir de la dinastía Trastámara. Pero ningún monarca ordenó –que sepamos– la redacción de unas ordenanzas que fijasen sus secciones y definiesen el cometido de sus oficios, y mientras Castilla perduró como reino independiente, semejante “descuido” no tuvo consecuencias. El problema se planteó cuando una dinastía nueva, los Habsburgo, con casa propia y más perfeccionada que la castellana, heredó los reinos y territorios articulados en torno a la corona de Castilla. Durante los reinados de Carlos V y Felipe II, las elites castellanas que colaboraron en la articulación de la Monarquía hispana incurrieron en una contradicción: si, en un primer momento, cuando Carlos V reunió las Cortes en Valladolid en 1518, se mostraron reticentes y recabaron el protagonismo de la Casa de Castilla de la que formaban parte, no sucedió lo mismo cuando, años más tarde, el Emperador, interesado en facilitar la proyección del príncipe Felipe fuera de Castilla con motivo del viaje que realizó por Europa en 1548, dispuso que se sustituyese en el servicio del príncipe la Casa de Castilla, que venía siendo la suya, por la Casa de Borgoña. En esta ocasión, las elites castellanas aceptaron la nueva modalidad de servicio con tal de que sus miembros ocupasen los distintos cargos. La Casa de Castilla, sin ordenanzas y regida por la costumbre, se limitó a poner algunas de sus secciones al servicio de la Casa de Borgoña, produciéndose una simbiosis entre algunos cargos y funciones que estaban repetidos, castellanizándose ésta última al ocupar las elites del reino de Castilla los principales cargos y oficios de la Casa de Borgoña. Solo la Casa de las reinas se mantuvo conforme al modelo castellano de la época de Isabel la Católica, no sin que la influencia de Borgoña se dejase ver en las etiquetas que se dieron en 1575 para el gobierno de la Casa de la reina Ana. Esta confusa y etérea unión de Casas –la del Reino que sustentaba el Imperio y la de la dinastía– se mantuvo sin problemas durante el siglo XVI, mientras las elites castellanas controlaban e influían en el gobierno de la Monarquía. En el siglo XVII, esas elites fueron desplazadas, y las quejas y vindicaciones de los méritos de Castilla en la construcción de la Monarquía comenzaron a afirmarse en términos de contestación, llegándose al punto de que la Casa de Castilla (sin ordenanzas, pero con tradición) se convirtió en la “oposición política” al gobierno.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO =================================== -
En los estudios que recoge la presente obra, se ha prestado especial atención a los sujetos y a su capacidad de agencia política. Interesan por su actividad como oficiales del rey, porque circulaban en distintos reinos de ese imperio o porque desarrollaban misiones diplomáticas fuera de las posesiones del Rey Católico. Asimismo, nos interesamos por las relaciones de amistad, subordinación, vasallaje, fidelidad, servicio, obediencia, devoción, espiritualidad o traición, y también por aquellas de enemistad y alteridad que configuraban esa extensa red cambiante de vínculos sociales informales sobre la que se sostenía la estructura de gobierno de los monarcas. De hecho, el gobierno del rey dependía en gran medida de sus ministros. Esta afirmación no pasa desapercibida para el historiador de la política, ya que indica que el poder no reside en las instituciones administrativas, sino en los grupos de individuos. Con lo cual, aquellos sujetos que investigamos no son un objeto en sí mismos, puesto que forman parte de un conglomerado de personas unidas entre sí por diferentes -y congruentes- formas de identificación.
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Cuando uno se dispone a ahondar en la historia de la diplomacia veneciana, parece estar ante un ámbito de la Edad Moderna en el que apenas queda nada por decir. Sin embargo, al entrar en materia nos damos cuenta de que todavía son muchos los puntos a analizar y, sobre todo, actualizar, a tenor de algunas ideas preconcebidas que, como han demostrado investigaciones recientes, resultan cuestionables. Desde nuestro punto de vista, los postulados empleados a la hora de abordar la correspondencia de la Serenísima con las restantes cortes europeas durante el seiscientos en general, y la Monarquía Hispánica en particular, pecan de cierto anacronismo. En muchas ocasiones, estas tesis son una prolongación descontextualizada del marco europeo de los siglos XV y XVI, sin tener en cuenta las alteraciones que tuvieron lugar en el ámbito de las relaciones geopolíticas entre las potencias europeas. Especialmente, a partir de los tratados de paz de Westfalia de 1648. Hasta el fin de la República de San Marcos, esta dicotomía se debió a los intentos por camuflar su decadencia política y comercial, a través de la exaltación de su sistema político y de su acción exterior. Ahora bien, el Risorgimento no solo trajo consigo la unificación de Italia, pues también perpetuó, desde una perspectiva claramente nacionalista, la consideración del sistema gubernamental veneciano como el modelo ideal de gobierno entre todas las monarquías y repúblicas del Antiguo Régimen. Enlace al Texto Completo