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Hace más de veinticinco años un grupo de jóvenes investigadores iniciamos el estudio de la articulación política de la Monarquía de Felipe II tomando como elemento de análisis los grupos de poder frente al modelo institucional del Estado Moderno, que dominaba entonces en las investigaciones. Pronto nos dimos cuenta de que la nueva metodología que aplicábamos descubría nuevas realidades y señalaba las numerosas contradicciones que escondía el “sistema estatal” (en el que nos habíamos formado). Fue así como iniciamos los estudios de la Corte y Casa Real en los que tuvimos que comenzar por definir (dada la confusión que existía en aquellos años en que en Europa se comenzaba a hablar sobre estos conceptos) lo que era la Corte y la Casa Real (sinónimo de “dinastía”), y a demostrar que, lejos de ser unos elementos concretos de la estructura institucional de las Monarquías europeas de la Edad Moderna, constituían un sistema político con unos fundamentos filosóficos y culturales propios que configuraron las Monarquía modernas. Como hemos explicado varias veces, la “Corte” fue una organización político-social cuyas estructuras emanaron de la filosofía práctica clásica. Aristóteles estaba convencido de la formación natural de la sociedad y de su consiguiente organización. En su libro, La Política, comenzaba afirmando que “El hombre es un animal social”, de donde deducía que, de manera natural, el hombre se veía inclinado a formar la familia y el conjunto de familias conformaban la “República”. Pero sobre todo, es importante señalar que la filosofía práctica tuvo como fin la subordinación del trato humano a aquellos principios éticos y a aquellas virtudes que el padre o el príncipe estaban llamados a encarnar. De esta concepción antropológica se derivaba que la sociedad se articulaba a través de redes de poder no institucionales, esto es, basadas en relaciones personales (patronazgo, clientelismo, familiares, etc.), lo que no resulta contradictorio con la existencia de determinados organismos como los Consejos. Dada la fundamentación del poder, que inducía a que la sociedad se articulase a través de relaciones no institucionales, la Monarquía configuraba políticamente el Reino, tomando la Casa Real como núcleo del sistema, Ya que –como afirma Pierre Bourdieu- “Decir que la casa real tenía como política estrategias domésticas quiere decir que se describen como políticas cosas que no son políticas. Decir que las estrategias matrimoniales están inspiradas por la preocupación de perpetuar la casa es decir que la separación entre la familia real y el aparato del Estado no se había realizado”. Para comprender tan heterogénea realidad es preciso abordarla desde la interdisciplinariedad como método de estudio. Aplicando este modelo metodológico comenzamos a estudiar la Monarquía hispana articulándola por reinados (y no por insensibles estructuras de “larga duración” que podían atravesar varios reinados sin distinguir el contenido y particularidades de cada uno de ellos). Recuérdense las obras sobre la Corte de Carlos V (5 vols.), sobre Felipe II (varias obras), sobre Felipe III (4 vols.) y ahora la de Felipe IV en 11 vols. A través de sucesivos proyectos (siempre con la inclusión de nuevos investigadores, que se han ido sucediendo) hemos ido recorriendo toda la Edad Moderna hasta llegar al final; es decir, cómo desaparece el sistema de la Casa y Corte para transformarse en una nueva organización política y social (siglo XIX). Lo que podemos adelantar es que si bien el significado y función de la Casa Real cambió radicalmente del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea (en la Constitución de 1812 aparece como un organismo más del Estado), no parece que existieran cambios sustanciales en el sistema de Corte, que perduró durante todo el siglo XIX como bien se demuestra, incluso, en la literatura española del siglo XIX (valga como ejemplo, B. Pérez Galdós, La de Bringas). Por si aún cabe alguna duda al crítico lector, es preciso recordar que los estudios que hemos realizado sobre los diferentes reinados, de ninguna manera han pretendido constituir una “Historia de España”, ni siquiera esta extensa obra sobre “La Corte de Felipe IV” pretende ser un estudio “completo” de dicho reinado; nuestro objetivo consiste en establecer un modelo de estudio con la metodología del sistema cortesano (de acuerdo a las obras que ya hemos publicado sobre distintos reinados), que sin duda es diferente de los planteamientos y métodos de los se han utilizado hasta ahora por las distintas corrientes historiográficas. Una metodología que sirva a los investigadores en Humanidades analizar y comprender la realidad social y el mundo de la corte desde su propia especialidad y temática. Esta es la razón por la que han participado numerosos especialistas de distintas materias en el reinado de Felipe IV. En este sentido, nos apresuramos a agradecer a los diferentes profesores, que han participado en la obra, por los trabajos aportados en los temas que ellos son especialistas reconocidos, pues –desde sus conocimientos indiscutidos- nos los han entregado generosamente con el objetivo de contribuir a fortalecer y poner en práctica esta metodología. Índice Enlace a Polifemo.
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Autora: Jesusa Vega González
La mentalidad ilustrada transformó profundamente los gustos y costumbres a partir de la Filosofía del progreso asentada en la Ciencia. España participó de este proceso y a lo largo del siglo XVIII se vivió una internacionalización del pensamiento que trajo consigo la modernización de costumbres y estructuras, especialmente las administrativas, facilitando la evolución de la sociedad. Los españoles tuvieron que asimilar la reclasificación de los saberes y las prácticas a ellos asociadas, especialmente con el desarrollo de la Física -en particular la renovada Óptica- y la naciente Química. Se hizo necesario crear instituciones alternativas y generar espacios de sociabilidad donde era posible simultanear aprendizaje, entretenimiento, admiración y degustación estética; escenarios comunes donde Ciencia y Arte se desenvolvían con naturalidad y contribuían al bien común y la felicidad: Reales Fábricas, Academias, gabinetes, tertulias y demostraciones públicas que concitaron el interés de las gentes y ofrecieron conocimiento y espectáculo. En España, como en el resto de Europa, la Filosofía concebida como sinónimo de Ciencia tenía como objetivo conocer la verdad de la Naturaleza. Por esta razón, Ciencias y Artes fueron actividades interdependientes. Una característica fundamental del pensamiento dieciochesco era que no establecía discriminación entre Arte, Ciencia y Técnica; en el caso español, el atraso con respecto a otros reinos contribuyó poderosamente a vincular los estudios científicos al desarrollo artístico. Las páginas de este libro son un medio para aproximarse a la cultura dieciochesca y su revolución visual. En ese siglo, particularmente en su segunda mitad, se inicia una profunda transformación de la mirada y se configura el observador moderno, que demanda nuevos medios para satisfacer su curiosidad, su deseo de saber y registrar el mundo, es usuario de máquinas e ingenios y activo consumidor de instrumentos y espectáculos visuales. Se han recuperado prácticas y espectáculos donde Arte y Ciencia se fundieron y desarrollaron como consecuencia de la reconversión de la magia natural en ciencia experimental, en conocimiento positivo: la utilización y el disfrute de espejos, instrumentos para la visión asistida, cámaras oscuras, cajones ópticos, microscopios, linternas mágicas, gabinetes de cera, sombras chinescas y fantasmagorías... A través de ingenios y artefactos la Ciencia, el Arte y la Ilusión fueron degustados con fruición y practicados con auténtica fe en el progreso por los ilustrados españoles y, entre todos ellos, hubo uno que además lo registró, Francisco de Goya, verdadera atalaya desde la que es posible aproximarse al advenimiento del mundo moderno.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO =================================== -
Próximamente saldrá a la venta la última publicación del Instituto Universitario "La Corte en Europa". La Monarquía española durante la Edad Moderna no fue una entidad política centralizada con leyes e instituciones comunes en todos los territorios que la compusieron. Todo lo contrario, fue una yuxtaposición de reinos, en los que cada uno conservó su propia organización política y administrativa conforme se fueron uniendo (desde el siglo XV), ya fuera por herencia o por conquista, que estaban bajo la jurisdicción de un mismo monarca. Esto significó que no solo existieron instituciones y legislación diferentes, sino también que cada reino mantuvo su propia casa real y su corte aunque el rey no residiera permanentemente en ellos (esta deficiencia venían a llenarla los virreyes). La diversidad de casas reales llevó a numerosos enfrentamientos entre los servidores de las distintas casas, al mismo tiempo que suponía un gasto desmesurado para las rentas de la corona. Durante los siglos XVIII y XIX se fueron precipitando una serie de cambios en la corte y en la casa real que tuvieron un alcance más profundo que la mera preocupación por ajustar el presupuesto. Cuando se analizan detenidamente estas trasmutaciones se percibe que respondían a una evolución de la organización política de la Monarquía (como sistema cortesano) hasta transformarse en el Estado liberal. La casa real, núcleo desde donde se había iniciado la corte en la Baja Edad Media, comenzó a experimentar una serie de transformaciones que eran síntoma de la descomposición de la organización política y cultural tradicional, que presagiaban un nuevo tipo de Estado. AUTORES Beatriz BLASCO ESQUIVIAS Álvaro CÁNOVASMORENO Natalia GONZÁLEZ HERAS Félix LABRADOR ARROYO Roberto LÓPEZ VELA Cristina B. MARTÍNEZ GARCÍA José MARTÍNEZ MILLÁN David QUILES ALBERO Carlos REYERO HERMOSILLA Jesús Ángel SÁNCHEZ RIVERA Natalia TEJA REGLERO Jesusa VEGA GONZÁLEZ
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En este volumen se analizan las actuaciones de Felipe III, el duque de Lerma, el de Medina Sidonia, los virreyes de Mallorca y sus homólogos de Nápoles y Sicilia en las diferentes partes en las que podemos dividir el Mediterráneo y la Berbería de las dos primeras décadas del siglo XVII. Un reinado marcado íntegramente por una intensa actividad interior y exterior con respecto a los musulmanes, tanto firmando alianzas y tratados como realizando medidas agresivas y muy expeditivas hacia ellos, además de apoyar guerras y sublevaciones de grupos cristianos e islámicos enfrentados a la Sublime Puerta. Dejando a un lado la cuestión de los moriscos y de los cautivos, que son en la actualidad disciplinas en sí mismas, la política en el Mediterráneo de Felipe III permite abordar el reinado desde otras perspectivas y entender, o por lo menos intentarlo, las claves de las actuaciones que se realizaron en estos dos decenios. El trabajo parte de la idea de que desde 1598 a 1621 se crea una política propia y específica, tanto por Felipe III y Lerma, como por otros hombres claves de este reinado; empresas que no son exclusivas del hijo del Rey Prudente, ya que acciones agresivas con respecto a los musulmanes también son emprendidas por el Sacro Imperio, Toscana, Roma, Saboya, además del mayor protagonismo que adquiere Malta en la vida de este mar. La crónica de un espacio que sigue siendo uno de los ejes centrales de la historia europea, aunque con unos caracteres y ritmos distintos a los del período anterior, en el que se agolpan un gran número de actores, viejos y nuevos, que llenan de vida, sucesos y protagonistas estas aguas.
Índice
INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 1 La política de Felipe III en Marruecos La guerra civil a la muerte de Ahmad Al-Mansur La ocupación de Larache, una plaza para garantizar la navegación en el Estrecho La cotidianidad de una vida de frontera, la permanente alerta de un presidio a medio fortificar CAPÍTULO 2 La seguridad de navegación en la Península Ibérica La defensa del Estrecho, el intento del control del corso en Gibraltar El segundo asalto al Atlántico marroquí, la conquista de La Mamora (1614) CAPÍTULO 3 La política en el Magreb Central: los intentos de conquista de Argel El primer intento de conquista de Argel, la expedición de 1601 La búsqueda de un aliado para debilitar a Argel, el rey del Cuco La jornada secreta, la última quimera de Lerma para mantenerse en el poder La navegación atlántica en el Mediterráneo: Simón Danzer y otros conversos del norte La creación de armadas provinciales para la defensa de las costas peninsulares El Mediterráneo Oriental. Italia la primera línea de defensa ante el mundo otomano-berberisco La última bajada de la flota del Sultán al Mediterráneo Occidental, Cigalazade La búsqueda de la seguridad en Italia: la política en los Balcanes Los virreyes de Sicilia y Nápoles, el primer muro de contención del expansionismo marítimo de Levante BIBLIOGRAFÍA ÍNDICE ONOMÁSTICO Y GEOGRÁFICO ÍNDICE GENERALEnlace a la editorial
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Hace más de veinticinco años un grupo de jóvenes investigadores iniciamos el estudio de la articulación política de la Monarquía de Felipe II tomando como elemento de análisis los grupos de poder frente al modelo institucional del Estado Moderno, que dominaba entonces en las investigaciones. Pronto nos dimos cuenta de que la nueva metodología que aplicábamos descubría nuevas realidades y señalaba las numerosas contradicciones que escondía el “sistema estatal” (en el que nos habíamos formado). Fue así como iniciamos los estudios de la Corte y Casa Real en los que tuvimos que comenzar por definir (dada la confusión que existía en aquellos años en que en Europa se comenzaba a hablar sobre estos conceptos) lo que era la Corte y la Casa Real (sinónimo de “dinastía”), y a demostrar que, lejos de ser unos elementos concretos de la estructura institucional de las Monarquías europeas de la Edad Moderna, constituían un sistema político con unos fundamentos filosóficos y culturales propios que configuraron las Monarquía modernas. Como hemos explicado varias veces, la “Corte” fue una organización político-social cuyas estructuras emanaron de la filosofía práctica clásica. Aristóteles estaba convencido de la formación natural de la sociedad y de su consiguiente organización. En su libro, La Política, comenzaba afirmando que “El hombre es un animal social”, de donde deducía que, de manera natural, el hombre se veía inclinado a formar la familia y el conjunto de familias conformaban la “República”. Pero sobre todo, es importante señalar que la filosofía práctica tuvo como fin la subordinación del trato humano a aquellos principios éticos y a aquellas virtudes que el padre o el príncipe estaban llamados a encarnar. De esta concepción antropológica se derivaba que la sociedad se articulaba a través de redes de poder no institucionales, esto es, basadas en relaciones personales (patronazgo, clientelismo, familiares, etc.), lo que no resulta contradictorio con la existencia de determinados organismos como los Consejos. Dada la fundamentación del poder, que inducía a que la sociedad se articulase a través de relaciones no institucionales, la Monarquía configuraba políticamente el Reino, tomando la Casa Real como núcleo del sistema, Ya que –como afirma Pierre Bourdieu- “Decir que la casa real tenía como política estrategias domésticas quiere decir que se describen como políticas cosas que no son políticas. Decir que las estrategias matrimoniales están inspiradas por la preocupación de perpetuar la casa es decir que la separación entre la familia real y el aparato del Estado no se había realizado”. Para comprender tan heterogénea realidad es preciso abordarla desde la interdisciplinariedad como método de estudio. Aplicando este modelo metodológico comenzamos a estudiar la Monarquía hispana articulándola por reinados (y no por insensibles estructuras de “larga duración” que podían atravesar varios reinados sin distinguir el contenido y particularidades de cada uno de ellos). Recuérdense las obras sobre la Corte de Carlos V (5 vols.), sobre Felipe II (varias obras), sobre Felipe III (4 vols.) y ahora la de Felipe IV en 11 vols. A través de sucesivos proyectos (siempre con la inclusión de nuevos investigadores, que se han ido sucediendo) hemos ido recorriendo toda la Edad Moderna hasta llegar al final; es decir, cómo desaparece el sistema de la Casa y Corte para transformarse en una nueva organización política y social (siglo XIX). Lo que podemos adelantar es que si bien el significado y función de la Casa Real cambió radicalmente del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea (en la Constitución de 1812 aparece como un organismo más del Estado), no parece que existieran cambios sustanciales en el sistema de Corte, que perduró durante todo el siglo XIX como bien se demuestra, incluso, en la literatura española del siglo XIX (valga como ejemplo, B. Pérez Galdós, La de Bringas). Por si aún cabe alguna duda al crítico lector, es preciso recordar que los estudios que hemos realizado sobre los diferentes reinados, de ninguna manera han pretendido constituir una “Historia de España”, ni siquiera esta extensa obra sobre “La Corte de Felipe IV” pretende ser un estudio “completo” de dicho reinado; nuestro objetivo consiste en establecer un modelo de estudio con la metodología del sistema cortesano (de acuerdo a las obras que ya hemos publicado sobre distintos reinados), que sin duda es diferente de los planteamientos y métodos de los se han utilizado hasta ahora por las distintas corrientes historiográficas. Una metodología que sirva a los investigadores en Humanidades analizar y comprender la realidad social y el mundo de la corte desde su propia especialidad y temática. Esta es la razón por la que han participado numerosos especialistas de distintas materias en el reinado de Felipe IV. En este sentido, nos apresuramos a agradecer a los diferentes profesores, que han participado en la obra, por los trabajos aportados en los temas que ellos son especialistas reconocidos, pues –desde sus conocimientos indiscutidos- nos los han entregado generosamente con el objetivo de contribuir a fortalecer y poner en práctica esta metodología. Índice Enlace a Polifemo.
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Autores: Martínez Millán, José Rivero Rodríguez, Manuel Gijs Versteegen
Las distintas confesiones surgidas en el siglo XVI (catolicismo, luteranismo, calvinismo) se han estudiado como formaciones uniformes que resultan útiles para explicar el proceso de confesionalización de las Monarquías europeas. No obstante, una investigación minuciosa demuestra que existieron distintas corrientes espirituales dentro de la ortodoxia de cada confesión, apoyadas por partidos o grupos políticos que, a su vez, justificaban la práctica política de sus respectivas Monarquías; los ejemplos son numerosos: las facciones “albista” y “ebolista” en la Monarquía hispana defendían dos modelos de organización política y se apoyaban en sendas prácticas religiosas; el “partido español” en la Corte de Luis XIII conectaba con tendencias espirituales místicas y se oponía a los valores políticos y religiosos de Richelieu; en la Curia de Roma, los cardenales formaban partidos o tendencias que defendían modos diferentes de entender la espiritualidad. Igual sucedía entre luteranos y calvinistas: la pugna entre “arminianos” y “gomaristas” en los Países Bajos, o las tendencias puritana y presbiteriana en Inglaterra, etc. Asimismo, las Órdenes religiosas se identificaron con las distintas tendencias y tuvieron valedores, no solo en las Cortes de cada Monarquía, sino también en Roma. Las vías para estudiar tales influencias y relaciones son múltiples: en primer lugar, la Capilla Real (estructuras, oficiales o sermones que en ella se pronunciaban, así como la evolución del estilo y contenido de la música), y también a través de las corrientes espirituales y Órdenes religiosas que había en la Corte; con frecuencia, sus miembros escriben los libros que definen las teorías políticas que deben justificar la actuación de las Monarquías, al tiempo que eran apoyadas y sostenidas por las facciones cortesanas.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO =================================== -
La Monarquía española consolidó su organización política y sus estructuras de gobierno durante el siglo XVI. Al mediar la centuria, cuando Felipe II accedió al trono, la Monarquía se describía como una entidad política plural, un conglomerado de reinos articulados políticamente, pero independientes los unos de los otros; los reinos de Aragón, Cerdeña, Mallorca, Nápoles, Navarra, Perú, Nueva España, Portugal, Sicilia y Valencia, así como el principado de Cataluña, fueron gobernados por virreyes. Aquellos que cumplían la función del rey en el lugar del rey permitiendo la ficción de que cada territorio seguía conservando a su propio soberano sin ser gobernados desde el extranjero. En esta categoría podrían añadirse, además, a los gobernadores de Milán y de los Países Bajos que actuaban como vice duques y no disponían del cargo de virreyes por no gobernar reinos. Todos ellos eran alter ego, otro yo, del soberano y gobernaban los territorios en su nombre. Duplicar la persona del rey puede ser una forma original de salvar las dificultades que plantea la distancia, pero, en un conjunto de territorios que no tenían más identidad común que la de tener un mismo soberano y profesar la misma confesión, el gobierno de lugares tan distantes debía articularse y coordinarse para evitar la quiebra del sistema. En esta obra veremos las distintas formas con que el factor distancia alteró, determinó o dificultó la gobernabilidad de tan extenso imperio y cómo fue concluyente para su construcción y también para su decadencia y liquidación en la Crisis del Antiguo Régimen. Índice e Introducción
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Varios investigadores del Instituto Universitario “La Corte en Europa” participan en esta obra que también incluye un importante corpus documental para la comprensión de las relaciones entre la Casa de los Vasa y los Austrias en la Edad Moderna.Uno de los instrumentos fundamentales para el estudio de estas relaciones se encontraron en las cartas que intercambiaron los miembros de ambas dinastías. La idea de publicar dichas cartas nacería en los debates del Congreso Internacional "La Dinastía de los Austrias. Las relaciones entre la Monarquía Católica y el Imperio", celebrado en Madrid en 2009, y organizado por el instituto Universitario "La Corte en Europa" dirigido por el profesor Martínez Millán.Editado por el profesor Ryszard Skowron (Universidad de Silesia), contó con la colaboración de Krzysztof Pawłowski, Ryszard Szmydki, Aleksandra Barwicka, Miguel Conde Pazos, Friedrich Edelmayer, Rubén González Cuerva, José Martínez Millán, Tomasz Poznański, Manuel Rivero.
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En los estudios que recoge la presente obra, se ha prestado especial atención a los sujetos y a su capacidad de agencia política. Interesan por su actividad como oficiales del rey, porque circulaban en distintos reinos de ese imperio o porque desarrollaban misiones diplomáticas fuera de las posesiones del Rey Católico. Asimismo, nos interesamos por las relaciones de amistad, subordinación, vasallaje, fidelidad, servicio, obediencia, devoción, espiritualidad o traición, y también por aquellas de enemistad y alteridad que configuraban esa extensa red cambiante de vínculos sociales informales sobre la que se sostenía la estructura de gobierno de los monarcas. De hecho, el gobierno del rey dependía en gran medida de sus ministros. Esta afirmación no pasa desapercibida para el historiador de la política, ya que indica que el poder no reside en las instituciones administrativas, sino en los grupos de individuos. Con lo cual, aquellos sujetos que investigamos no son un objeto en sí mismos, puesto que forman parte de un conglomerado de personas unidas entre sí por diferentes -y congruentes- formas de identificación.
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Hace más de veinticinco años un grupo de jóvenes investigadores iniciamos el estudio de la articulación política de la Monarquía de Felipe II tomando como elemento de análisis los grupos de poder frente al modelo institucional del Estado Moderno, que dominaba entonces en las investigaciones. Pronto nos dimos cuenta de que la nueva metodología que aplicábamos descubría nuevas realidades y señalaba las numerosas contradicciones que escondía el “sistema estatal” (en el que nos habíamos formado). Fue así como iniciamos los estudios de la Corte y Casa Real en los que tuvimos que comenzar por definir (dada la confusión que existía en aquellos años en que en Europa se comenzaba a hablar sobre estos conceptos) lo que era la Corte y la Casa Real (sinónimo de “dinastía”), y a demostrar que, lejos de ser unos elementos concretos de la estructura institucional de las Monarquías europeas de la Edad Moderna, constituían un sistema político con unos fundamentos filosóficos y culturales propios que configuraron las Monarquía modernas. Como hemos explicado varias veces, la “Corte” fue una organización político-social cuyas estructuras emanaron de la filosofía práctica clásica. Aristóteles estaba convencido de la formación natural de la sociedad y de su consiguiente organización. En su libro, La Política, comenzaba afirmando que “El hombre es un animal social”, de donde deducía que, de manera natural, el hombre se veía inclinado a formar la familia y el conjunto de familias conformaban la “República”. Pero sobre todo, es importante señalar que la filosofía práctica tuvo como fin la subordinación del trato humano a aquellos principios éticos y a aquellas virtudes que el padre o el príncipe estaban llamados a encarnar. De esta concepción antropológica se derivaba que la sociedad se articulaba a través de redes de poder no institucionales, esto es, basadas en relaciones personales (patronazgo, clientelismo, familiares, etc.), lo que no resulta contradictorio con la existencia de determinados organismos como los Consejos. Dada la fundamentación del poder, que inducía a que la sociedad se articulase a través de relaciones no institucionales, la Monarquía configuraba políticamente el Reino, tomando la Casa Real como núcleo del sistema, Ya que –como afirma Pierre Bourdieu- “Decir que la casa real tenía como política estrategias domésticas quiere decir que se describen como políticas cosas que no son políticas. Decir que las estrategias matrimoniales están inspiradas por la preocupación de perpetuar la casa es decir que la separación entre la familia real y el aparato del Estado no se había realizado”. Para comprender tan heterogénea realidad es preciso abordarla desde la interdisciplinariedad como método de estudio. Aplicando este modelo metodológico comenzamos a estudiar la Monarquía hispana articulándola por reinados (y no por insensibles estructuras de “larga duración” que podían atravesar varios reinados sin distinguir el contenido y particularidades de cada uno de ellos). Recuérdense las obras sobre la Corte de Carlos V (5 vols.), sobre Felipe II (varias obras), sobre Felipe III (4 vols.) y ahora la de Felipe IV en 11 vols. A través de sucesivos proyectos (siempre con la inclusión de nuevos investigadores, que se han ido sucediendo) hemos ido recorriendo toda la Edad Moderna hasta llegar al final; es decir, cómo desaparece el sistema de la Casa y Corte para transformarse en una nueva organización política y social (siglo XIX). Lo que podemos adelantar es que si bien el significado y función de la Casa Real cambió radicalmente del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea (en la Constitución de 1812 aparece como un organismo más del Estado), no parece que existieran cambios sustanciales en el sistema de Corte, que perduró durante todo el siglo XIX como bien se demuestra, incluso, en la literatura española del siglo XIX (valga como ejemplo, B. Pérez Galdós, La de Bringas). Por si aún cabe alguna duda al crítico lector, es preciso recordar que los estudios que hemos realizado sobre los diferentes reinados, de ninguna manera han pretendido constituir una “Historia de España”, ni siquiera esta extensa obra sobre “La Corte de Felipe IV” pretende ser un estudio “completo” de dicho reinado; nuestro objetivo consiste en establecer un modelo de estudio con la metodología del sistema cortesano (de acuerdo a las obras que ya hemos publicado sobre distintos reinados), que sin duda es diferente de los planteamientos y métodos de los se han utilizado hasta ahora por las distintas corrientes historiográficas. Una metodología que sirva a los investigadores en Humanidades analizar y comprender la realidad social y el mundo de la corte desde su propia especialidad y temática. Esta es la razón por la que han participado numerosos especialistas de distintas materias en el reinado de Felipe IV. En este sentido, nos apresuramos a agradecer a los diferentes profesores, que han participado en la obra, por los trabajos aportados en los temas que ellos son especialistas reconocidos, pues –desde sus conocimientos indiscutidos- nos los han entregado generosamente con el objetivo de contribuir a fortalecer y poner en práctica esta metodología. Índice Enlace a Polifemo.
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Varios Autores
Durante los siglos XVI y XVII, la Casa de Austria fue la dinastía en torno a la cual giró la historia de Europa y, en gran medida, también la historia de todo el planeta. Además de su gran poder, la Casa de Austria se caracterizó por estar dividida en dos ramas familiares separadas, que actuaban coordinadas desde las cortes de Madrid y Viena, según dejó establecido el emperador Carlos V cuando abdicó, a pesar de que sus intereses con frecuencia resultaron ser divergentes. Las interacciones entre ambas ramas no afectaron únicamente a los reinos hispánicos y al Imperio, sino también directamente a los Países Bajos y al norte de Italia, al mantenimiento de una frontera común con el Imperio otomano y, en general, a todo el continente europeo. Resulta necesario señalar que las relaciones nunca estuvieron equilibradas, sino que -durante los siglos XVI y XVII, cuando la Casa de Austria gobernó el Imperio y la Monarquía hispana simultáneamente- una rama de la dinastía siempre se erigió en guía y responsable de la política que debía seguir toda la Casa, subordinando los intereses y objetivos de la otra rama, al mismo tiempo que justificaba su actuación en defensa de la confesión católica. Semejante justificación ponía, inevitablemente, la existencia de la dinastía en manos del papado, pues el pontífice era cabeza de la Iglesia y la autoridad que definía la ortodoxia del catolicismo. Por ello se plantea la tradicional gran historia como una historia de familia en la que las cortes de Madrid, Viena y Roma, con su peculiar funcionamiento, pueden ayudar a entender mejor las claves de la historia moderna europea.La Casa de Austria tuvo una de sus señas de identidad en su capacidad para dividirse en distintas ramas familiares con las que gobernar en distintos territorios. Dependiendo del momento, Madrid, Viena, Praga, Bruselas, Graz o Innsbruck fueron sede de cortes de los Habsburgos. Las relaciones que estos centros establecieron entre sí fueron más allá de las embajadas y el contacto diplomático formal. Existió una tupida red de lealtades familiares, facciones cortesanas, religiosos, séquitos de reinas e infantas, que se encargaron de vincular las distintas cortes y buscar puntos de acuerdo en la creación de una política dinástica. Por otro lado, el siglo XVII planteó retos cruciales para la posición de la Casa de Austria, como el ascenso de Francia y los nuevos poderes del norte de Europa. A lo largo de la centuria, las cortes de Madrid y Viena tuvieron que alternar el recurso a la guerra y la diplomacia para conservar su poderío, a la vez que las distintas crisis y paces pusieron en riesgo la solidaridad dinástica y mostraron los límites de la colaboración entre ambas ramas.Tras las paces de Westfalia (1648), la correlación de fuerzas entre las cortes de Madrid y Viena se fue decantando de modo claro y progresivo hacia el lado austriaco. Durante la segunda mitad del siglo XVII, la Monarquía hispana realizó un esfuerzo denodado para conservar sus posesiones, lo que consiguió en buena medida hasta el fallecimiento de Carlos II. La disputa entre Austrias y Borbones por la herencia hispana llevó a la guerra de Sucesión y al final de los Habsburgos en España. En esta última fase, el posicionamiento a favor del candidato austriaco llevó a numerosos súbditos hispanos a la expropiación de bienes y al exilio, amargo epílogo a dos siglos de relaciones dinásticas.Por último, esta obra no podía cerrarse sin pasar revista a la herencia cultural dejada por los vínculos entre las dos ramas de los Austrias en el arte, la literatura y la religiosidad, así como su impacto en la historiografía posterior.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO =================================== -
Con el conjunto de quince trabajos que acoge este volumen se pretende asediar un tema tan fecundo en la narrativa del Siglo de Oro como el de la simbiosis múltiple entre historia y ficción, cuya “relación […] es más compleja –decía Paul Ricoeur– de lo que jamás pueda decirse”. Sin renunciar a ninguna de las valencias de la ‘historia’ (desde la categoría que da cuenta de los acontecimientos y se adentra en lo social, lo religioso, lo económico, etc., hasta la que se concibe como relato verdadero, frente a lo ficticio o fabuloso), el análisis de este abigarrado campo de estudio nos pone frente a otros conceptos de tantas aristas como los de ‘verdad’, ‘objetividad’ o ‘tiempo’. A partir del binomio ‘historia’ y ‘ficción’, fundidos en la ‘historia ficticia’ o ‘ficción verdadera’, en este volumen colectivo se presenta una serie de estudios que penetra en líneas de trabajo tan fecundas –siempre en los márgenes del Siglo de Oro y sus proximidades– como la recepción, la traducción, el comparatismo, la cortesanía o los géneros literarios.
Índice e Introducción Enlace a la Editorial
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Maria of Austria was one of the longest surviving Renaissance Empresses but until now has received little attention by biographers. This book explores her life, actions, and management of domestic affairs, which became a feared example of how an Empress could control alternative spheres of power. The volume traces the path of a Castilian orphan infanta, raised among her mother’s Portuguese ladies-in-waiting and who spent thirty years of marriage between the imperial courts of Prague and Vienna. Empress Maria encapsulates the complex dynastic functioning of the Habsburgs: devotedly married to her cousin Maximilian II, Maria had constant communication with her father Charles V and her brother Philip II while preserving her Spanish background. Her unique intertwining of roles and positions allows a fresh approach to female agency and the discussion of current issues: the rules of dynastic entente, the negotiation of discreet political roles for royal women, the reassessment of informal diplomacy, and the creation of dynastic networks parallel to the embassies. With chronological chapters discussing Empress Maria’s roles such as infanta, regent, Empress, and a widow, this volume is the perfect resource for scholars and students interested in the history of gender, court culture, and early modern Central Europe.
Table of Contents
1. Infanta Maria: A Discreet Childhood (1528-1539) 2. The Orphan Learning at Court (1539-1548) 3. The Exercise of Authority: Marriage and the Iberian Regency (1548-1551) 4. The Queen of Bohemia Fighting for her Own Space (1552-1564) 5. Empress Consort, Discreet Mediator (1564-1576) 6. The Uncertain Role of the Dowager Empress (1576-1581) 7. Establishing an Imperial Household in Madrid (1581-1587) 8. The Empress without an Empire and the Dynastic Turn (1587-1598) 9. New Opportunities? The Reign of Philip III (1598-1603) 10. Conclusions Enlace a la editorial -
Coordinadores y co-autores de la ediciónLa decadencia de la Monarquía hispana siempre se ha identificado con el reinado de Felipe IV y ese proceso histórico se ha interpretado desde planteamientos prioritariamente económicos y desde un punto de vista castellano, insistiendo en el retroceso militar que experimentó en Europa. Para justificar esta evolución, los historiadores no han dudado en acusar al monarca de ser un personaje abúlico y amigo del placer y la diversión más que del trabajo, extrayendo tales características, incluso, del semblante con que aparece en los numerosos retratos que le hizo el gran Diego Velázquez. En nuestra opinión, la interpretación que se ha dado al reinado es simplista y unidimensional.+ información (ediciones Polifemo) COMPRAR EN POLIFEMO
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Hace más de veinticinco años un grupo de jóvenes investigadores iniciamos el estudio de la articulación política de la Monarquía de Felipe II tomando como elemento de análisis los grupos de poder frente al modelo institucional del Estado Moderno, que dominaba entonces en las investigaciones. Pronto nos dimos cuenta de que la nueva metodología que aplicábamos descubría nuevas realidades y señalaba las numerosas contradicciones que escondía el “sistema estatal” (en el que nos habíamos formado). Fue así como iniciamos los estudios de la Corte y Casa Real en los que tuvimos que comenzar por definir (dada la confusión que existía en aquellos años en que en Europa se comenzaba a hablar sobre estos conceptos) lo que era la Corte y la Casa Real (sinónimo de “dinastía”), y a demostrar que, lejos de ser unos elementos concretos de la estructura institucional de las Monarquías europeas de la Edad Moderna, constituían un sistema político con unos fundamentos filosóficos y culturales propios que configuraron las Monarquía modernas. Como hemos explicado varias veces, la “Corte” fue una organización político-social cuyas estructuras emanaron de la filosofía práctica clásica. Aristóteles estaba convencido de la formación natural de la sociedad y de su consiguiente organización. En su libro, La Política, comenzaba afirmando que “El hombre es un animal social”, de donde deducía que, de manera natural, el hombre se veía inclinado a formar la familia y el conjunto de familias conformaban la “República”. Pero sobre todo, es importante señalar que la filosofía práctica tuvo como fin la subordinación del trato humano a aquellos principios éticos y a aquellas virtudes que el padre o el príncipe estaban llamados a encarnar. De esta concepción antropológica se derivaba que la sociedad se articulaba a través de redes de poder no institucionales, esto es, basadas en relaciones personales (patronazgo, clientelismo, familiares, etc.), lo que no resulta contradictorio con la existencia de determinados organismos como los Consejos. Dada la fundamentación del poder, que inducía a que la sociedad se articulase a través de relaciones no institucionales, la Monarquía configuraba políticamente el Reino, tomando la Casa Real como núcleo del sistema, Ya que –como afirma Pierre Bourdieu- “Decir que la casa real tenía como política estrategias domésticas quiere decir que se describen como políticas cosas que no son políticas. Decir que las estrategias matrimoniales están inspiradas por la preocupación de perpetuar la casa es decir que la separación entre la familia real y el aparato del Estado no se había realizado”. Para comprender tan heterogénea realidad es preciso abordarla desde la interdisciplinariedad como método de estudio. Aplicando este modelo metodológico comenzamos a estudiar la Monarquía hispana articulándola por reinados (y no por insensibles estructuras de “larga duración” que podían atravesar varios reinados sin distinguir el contenido y particularidades de cada uno de ellos). Recuérdense las obras sobre la Corte de Carlos V (5 vols.), sobre Felipe II (varias obras), sobre Felipe III (4 vols.) y ahora la de Felipe IV en 11 vols. A través de sucesivos proyectos (siempre con la inclusión de nuevos investigadores, que se han ido sucediendo) hemos ido recorriendo toda la Edad Moderna hasta llegar al final; es decir, cómo desaparece el sistema de la Casa y Corte para transformarse en una nueva organización política y social (siglo XIX). Lo que podemos adelantar es que si bien el significado y función de la Casa Real cambió radicalmente del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea (en la Constitución de 1812 aparece como un organismo más del Estado), no parece que existieran cambios sustanciales en el sistema de Corte, que perduró durante todo el siglo XIX como bien se demuestra, incluso, en la literatura española del siglo XIX (valga como ejemplo, B. Pérez Galdós, La de Bringas). Por si aún cabe alguna duda al crítico lector, es preciso recordar que los estudios que hemos realizado sobre los diferentes reinados, de ninguna manera han pretendido constituir una “Historia de España”, ni siquiera esta extensa obra sobre “La Corte de Felipe IV” pretende ser un estudio “completo” de dicho reinado; nuestro objetivo consiste en establecer un modelo de estudio con la metodología del sistema cortesano (de acuerdo a las obras que ya hemos publicado sobre distintos reinados), que sin duda es diferente de los planteamientos y métodos de los se han utilizado hasta ahora por las distintas corrientes historiográficas. Una metodología que sirva a los investigadores en Humanidades analizar y comprender la realidad social y el mundo de la corte desde su propia especialidad y temática. Esta es la razón por la que han participado numerosos especialistas de distintas materias en el reinado de Felipe IV. En este sentido, nos apresuramos a agradecer a los diferentes profesores, que han participado en la obra, por los trabajos aportados en los temas que ellos son especialistas reconocidos, pues –desde sus conocimientos indiscutidos- nos los han entregado generosamente con el objetivo de contribuir a fortalecer y poner en práctica esta metodología. Índice Enlace a Polifemo.
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José Eloy Hortal Muñoz, Félix Labrador Arroyo, Jesús Bravo Lozano, África Espíldora García, 2020.
Las Capillas Reales, fundamentales en las monarquías de la Edad Moderna, tenían como objetivo principal atender las necesidades litúrgicas del rey y, por extensión, de la familia real y de los residentes en la corte. Del mismo modo, eran las encargadas de propagar y supervisar la espiritualidad apoyada por los soberanos a todos los rincones de su reino. Tal espiritualidad era un aspecto esencial para la justificación del poder, la preeminencia de las instituciones, tanto eclesiásticas como temporales y, en el caso de la Monarquía Hispana, para sus relaciones con la Santa Sede. La conocida durante el siglo XVII como “Monarquía Católica” era un poder global que buscaba hacer visible la autoridad regia en todos sus territorios, para lo que necesitaba difundir una espiritualidad adecuada a sus intereses.El presente volumen pone a la luz el ceremonial que el portugués Manuel Ribeiro, maestro de ceremonias de Felipe IV, elaboró durante dos décadas por encargo de los monarcas hispanos, en lo que constituye una fuente de primer orden para el conocimiento de la corte madrileña del siglo XVII. El manuscrito se acompaña de un riguroso estudio introductorio y de unos índices que ayudan a su consulta.
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Este libro explica por qué y cómo, en el transcurso de su desarrollo doctrinal y tras su afirmación religiosa y política a lo largo del primer milenio de nuestra era, las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam) han desarrollado e impuesto sistemas familiares y de parentesco distintos y conscientemente opuestos, creando entre ellas barreras culturales y sociales infranqueables. Índice e Introducción
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El concepto de Historia Moderna ha tenido distintas interpretaciones a lo largo de los siglos. En "Historia Moderna" se estudia el periodo que va de los siglos XV al XIX, estructurado en cuatro bloques que proponen una relectura de la cronología tradicional. En primer lugar, "La crisis de la estructura de la Cristiandad", partiendo de Italia, como antiguo campo de batalla entre los poderes universales del Papado y del Imperio en las guerras de las investiduras, porque el vacío que ambos provocan permite que se produzcan los cambios culturales, sociales y políticos de la modernidad, la importancia decisiva de sus comerciantes y navegantes en la expansión ultramarina y su centralidad política, pues fue el campo de batalla en el que las potencias compitieron para hacerse con la hegemonía en Europa. La segunda parte, "La Lucha por la Monarquía Universalis", analiza y describe la evolución de estas premisas, el desarrollo de las cortes europeas y la complejidad que va adquiriendo el gobierno de los estados, la división religiosa y la compartimentación de Europa en confesiones, el alcance y efecto de la expansión europea en el mundo en la manera en que América, África y Asia se transforman con el contacto de los europeos. La tercera parte estudia el comienzo del cambio de paradigma a finales el siglo XVII, "La ruptura del concepto Monarquía Universalis y la búsqueda de un equilibrio político", el sistema post westfaliano que afecta en su ideal de equilibrio tanto al orden interno de las monarquías y su reconfiguración como a la creación de los cimientos del moderno sistema internacional de estados. Los seis últimos capítulos constituyen un bloque marcado por la crisis del Antiguo Régimen, un término empleado para significar un nuevo modelo de sociedad, la sustitución del "sistema cortesano" por el paradigma del "Estado nacional". Lo que se sitúa entre los años 1735 y 1820 en que concluye esta "Historia Moderna". Enlace a la editorial
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Coordinadores:Martínez Millán, José Camarero Bullón, ConcepciónLuzzi Traficante, MarceloEsta obra cierra un ambicioso proyecto, iniciado a finales de la década de 1980 por un grupo de jóvenes profesores que nos propusimos estudiar la Monarquía hispana con una nueva metodología, abandonando los estrechos caminos que trazaba la historia realizada con estructuras unidimensionales, cuyo conocimiento de la realidad resultaba –hasta cierto punto– falso, incompleto o alterado. El objeto es construir una historia interdisciplinar cuyos frutos puedan ser aprovechados por los especialistas de las diversas materias (literatura, arte, música, lingüística, espiritualidad, etc.) que componen la realidad social, lejos de los rancios planteamientos de la historia liberal que aún perviven en los más recientes manuales universitarios y en las últimas “Historias Generales de España”.ISBN-10: 8496813819ISBN-13: 978-8496813816
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Durante el reinado de Felipe IV no fue en la Corona de Castilla donde se produjeron las revueltas más problemáticas para la Monarquía Católica, sino en los restantes territorios europeos. En los años de Felipe III se produjo la definitiva institucionalización de los territorios virreinales, pero a su vez comenzaron los primeros síntomas de desequilibrio al concentrarse la vida en las cortes provinciales. Evidencias que se agravaron durante el valimiento del conde-duque de Olivares, quien sustentó su gobierno apoyándose en la aristocracia. Además, Olivares vació los Consejos territoriales de sus atribuciones desviándolas a Juntas, creando la sensación de ‘falta de Rey’ en los reinos de la Monarquía. Cada uno de los reinos presentaba una serie de males, que se tradujo en un desequilibrio de sus fuerzas políticas. Así, las conspiraciones nobiliarias (cuyas aspiraciones chocaban habitualmente con los límites de la soberanía regia) y las revueltas provinciales constituyeron los dos puntos principales de desarticulación de la Monarquía. La evolución política de don Juan José de Austria se ha inscrito en el marco de la decadencia de la Monarquía porque el centro, Castilla, estaba exhausto económicamente. En los planteamientos de este estudio se considera que la denominada “decadencia” de la Monarquía era en realidad un desajuste de la articulación sobre la que se había configurado en tiempos de Felipe II. Esto es, el desgaste de la administración de la Monarquía Hispana se hizo patente a lo largo del reinado de Felipe IV. Es lo que hemos estudiado en este libro a través de la figura de don Juan de Austria. Índice Enlace a Polifemo
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Autores
Gambra Gutiérrez, Andrés Labrador Arroyo, Félix
La Corte no puede identificarse con un elemento concreto de la organización política de las Monarquías europeas anteriores al siglo XIX, sino que constituye un paradigma político. Es decir, fue el marco institucional y político en el que se desarrollaron los acontecimientos, y podría afirmarse que los sucesos que no se dieron en la Corte o repercutieron sobre ella no existieron políticamente hablando. Esto es, la Corte se constituyó (utilizando la terminología aristotélica) en la “forma” política del reino. La Monarquía hispana fue una gran organización política articulada por cortes. Tal estructura de organización conllevaba la existencia en cada reino de una “corte” y de una o varias “casas reales”, lo que en apariencia constituye una contradicción, pues una sola era la persona del monarca. De ahí que, siendo una única organización política, sus reyes dispusieron de numerosas casas reales, completamente formadas y en plenitud de funcionamiento, donde se integraban y prestaban servicio las elites de los diferentes reinos. Uno de ellos era el de Castilla, cuyos monarcas, al igual que en el resto de Europa, habían articulado desde la Baja Edad Media, en el marco de la Corte y de la Casa real, una dilatada serie de departamentos y servicios, concebidos y desarrollados para satisfacer sus necesidades. Los historiadores que han estudiado la Casa de Castilla, sus orígenes y los oficios que la componían, han mostrado cómo adquirió entidad con departamentos y secciones, sobre todo a partir de la dinastía Trastámara. Pero ningún monarca ordenó –que sepamos– la redacción de unas ordenanzas que fijasen sus secciones y definiesen el cometido de sus oficios, y mientras Castilla perduró como reino independiente, semejante “descuido” no tuvo consecuencias. El problema se planteó cuando una dinastía nueva, los Habsburgo, con casa propia y más perfeccionada que la castellana, heredó los reinos y territorios articulados en torno a la corona de Castilla. Durante los reinados de Carlos V y Felipe II, las elites castellanas que colaboraron en la articulación de la Monarquía hispana incurrieron en una contradicción: si, en un primer momento, cuando Carlos V reunió las Cortes en Valladolid en 1518, se mostraron reticentes y recabaron el protagonismo de la Casa de Castilla de la que formaban parte, no sucedió lo mismo cuando, años más tarde, el Emperador, interesado en facilitar la proyección del príncipe Felipe fuera de Castilla con motivo del viaje que realizó por Europa en 1548, dispuso que se sustituyese en el servicio del príncipe la Casa de Castilla, que venía siendo la suya, por la Casa de Borgoña. En esta ocasión, las elites castellanas aceptaron la nueva modalidad de servicio con tal de que sus miembros ocupasen los distintos cargos. La Casa de Castilla, sin ordenanzas y regida por la costumbre, se limitó a poner algunas de sus secciones al servicio de la Casa de Borgoña, produciéndose una simbiosis entre algunos cargos y funciones que estaban repetidos, castellanizándose ésta última al ocupar las elites del reino de Castilla los principales cargos y oficios de la Casa de Borgoña. Solo la Casa de las reinas se mantuvo conforme al modelo castellano de la época de Isabel la Católica, no sin que la influencia de Borgoña se dejase ver en las etiquetas que se dieron en 1575 para el gobierno de la Casa de la reina Ana. Esta confusa y etérea unión de Casas –la del Reino que sustentaba el Imperio y la de la dinastía– se mantuvo sin problemas durante el siglo XVI, mientras las elites castellanas controlaban e influían en el gobierno de la Monarquía. En el siglo XVII, esas elites fueron desplazadas, y las quejas y vindicaciones de los méritos de Castilla en la construcción de la Monarquía comenzaron a afirmarse en términos de contestación, llegándose al punto de que la Casa de Castilla (sin ordenanzas, pero con tradición) se convirtió en la “oposición política” al gobierno.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO =================================== -
Pocos temas de la Historia de España han suscitado tanta atención y publicaciones como «las Comunidades de Castilla», un conflicto que tuvo una importancia singular, como demuestra el extenso debate historiográfico sobre su definición, naturaleza y características. Este libro pretende avanzar en el marco historiográfico sobre el tema, aportando, desde distintas perspectivas, novedosas contribuciones para el conocimiento de las dimensiones políticas, económicas, sociales y territoriales de las Comunidades de Castilla. A lo largo de los distintos trabajos, sus autores han expuesto diversas facetas del conflicto poliédrico que fueron las Comunidades, en cuya gestación y desarrollo intervinieron múltiples factores. La ruptura dinástica representada por el advenimiento de Carlos de Austria constituyó un elemento fundamental en los orígenes del movimiento comunero, ya que conllevó cambios sustanciales que propiciaron situaciones de crisis y conflictividad de toda índole: la quiebra del «contrato político» entre el Reino y el nuevo soberano y su Corte, la oposición a la política de gasto, el rechazo a la sucesión imperial, la lucha por el poder en el seno de los gobiernos municipales, etc. Dentro de esta complejidad, creemos haber dado cuenta de los matices implícitos en la utilización de conceptos como rebelión, revuelta, guerra civil o revolución, pues en las Comunidades, como es sabido, a nivel social y político se produjeron diferentes niveles de conflicto, tanto en el tiempo como en el espacio. Aquí adquiere especial relevancia el conocimiento de los agentes protagonistas de las Comunidades y de las dinámicas urbanas y rurales, a las que se dedican varios trabajos. Y, a nuestro juicio, el marco secular en el que debe situarse el cúmulo de conflictos debe ser el proceso de configuración de la Corte. Las Comunidades significaron una fractura en esta estructura de poder formada por instituciones y redes de patronazgo y clientelismo que articulaban el gobierno, las relaciones sociales y el territorio. Así se entiende, además, que, después de las Comunidades, las reformas de la Corte resultaron fundamentales en la recuperación del «pacto» que unía al soberano con las diversas élites sociales de la Corona de Castilla. Introducción e Índice