La narración del siglo XVII como un tiempo de crisis corresponde a un paradigma agotado, la historia social y económica sobre las que se ha mantenido toda la interpretación del periodo, desde los debates iniciados en Past & Present en la década de 1950, además de trasnochados, resultan inapropiados. En los años 80 ya se advirtió su limitación (comenzado por el debate sobre la naturaleza de la revolución inglesa) y, más adelante, surgieron flagrantes contradicciones que mostraban toda la Edad Moderna como una larga sucesión de crisis consecutivas, desde la crisis religiosa del XVI, la crisis de 1590, la de 1640, hasta la de la conciencia europea entre 1670 y 1715. Además de plantear la cuestión básica sobre qué es una crisis (y la utilización que de ella hacen los historiadores) parece más lógico establecer otra narración, si ya en nuestros estudios sobre la segunda mitad del siglo XVI empleamos el concepto de “configuración de la Monarquía hispana”, en 1640 pensamos (a través de los estudios que estamos realizando) que nos hallamos ante una “reconfiguración”, que implica transformación y no necesariamente crisis en ambas Monarquías.
En nuestra opinión, la “denominada” decadencia de los Imperios ibéricos fue mucho más compleja y obedeció a otras causas además de las económicas, sobre todo si se tiene en cuenta que diversos territorios de dichas Monarquías experimentaron crecimiento económico durante el mismo período cronológico; fue un colapso general que afectó no solo a la configuración sociopolítica en las que se habían creado durante el siglo XVI, sino también a la justificación ideológica (político-teológica), que había dado razón de ser a sus respectivas prácticas políticas. La pérdida de interés en el continente europeo (de la Monarquía Católica) tras la paz de Westfalia, la evolución experimentada en la Monarquía portuguesa y la atención hacia el mundo atlántico es buena muestra de ello.
Desde estas consideraciones proponemos como proyecto abordar el análisis de ambas Monarquías desde el planteamiento de la “reconfiguración” que experimentaron sus estructuras, antecedentes de las reformas del XVIII.
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