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Durante los últimos años, la casa real de Felipe V ha sido objeto de interesantes investigaciones que señalan, con acierto, algunos de los cambios experimentados con la llegada de la nueva dinastía al trono español. No obstante, además de las nuevas Ordenanzas y Etiquetas que el joven monarca promulgó y la introducción de personajes franceses a su servicio, lo que ocasionó numerosos problemas de competencias y rivalidad social (temas en los que se ha detenido especialmente la historiografía), junto con la transformación constitucional que experimentó la Monarquía, es preciso indagar en el trasfondo ideológico y cultural que los propiciaron; lo que significa que los cambios experimentados en la organización de la Monarquía llevaban implícitos planteamientos y conceptos sobre la fundamentación del poder y el concepto de Monarquía distintos de los vigentes en siglos anteriores. Tales ideas eran fruto de la nueva mentalidad, surgida a finales del siglo XVII, cuando aparecieron conceptos que resultaban incompatibles con los fundamentos de la autoridad que sostenían las monarquías tradicionales. Desde 1650 se produjo una racionalización y secularización del pensamiento y se fue suprimiendo la hegemonía de la teología en los campos académico y cultural. De manera paulatina se fue alejando la magia y la creencia de lo sobrenatural en la cultura europea y llevó a un grupo selecto a desafiar la herencia del pasado, no solo los supuestos comunes sobre la humanidad, la sociedad, la política, sino también sobre la fe cristiana o sobre cualquier otra creencia. Ningún periodo de la historia europea muestra un cambio tan profundo hacia la racionalización y secularización de los saberes como las décadas finales del siglo XVII. Y es que el triunfo de la filosofía mecánica (Descartes, Galileo, etc.) significó el fin de la concepción animista del universo, que había sustentado el pensamiento mágico y con ello, también, se produjeron los cambios de los fundamentos del poder. Índice e Introducción Enlace a la editorial
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Baltasar de Zúñiga, hijo del conde de Monterrey, fue militar en Portugal y la Armada Invencible, gentilhombre de boca de Felipe II, embajador de Felipe III en Bruselas, París, Praga y Viena, ayo del futuro Felipe IV y luego su privado y presidente del Consejo de Italia. Su larga carrera al servicio de los Austrias es más que la enumeración de las etapas de un currículum brillante: constituye una guía privilegiada para adentrarnos en la Monarquía hispana del primer cuarto del siglo XVII y analizar la encrucijada histórica a la que se enfrentó. Los Habsburgo mantenían la hegemonía en el juego europeo pero se enfrentaban a cuestionamientos cada vez mayores. Para ejercer su poder dependían de una elite de ministros cosmopolitas de los que Zúñiga fue un consumado representante. Como tal, actuaba tanto al servicio de su linaje como al de su Rey, al que aportaba una visión global de los problemas de la Monarquía y un acercamiento dúctil a caballo entre la razón de Estado, el interés confesional y el dinástico.+ información (ediciones Polifemo) =================================== COMPRAR EN POLIFEMO ===================================
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La extensión de la Corte: los Sitios Reales
Los Sitios Reales nos muestran la evolución de la organización política de la Monarquía hispana, al tiempo que estructuran y organizan un gran espacio "cortesano" que polariza territorios y poblaciones aledañas y transforma y reestructura paisajes. El siglo siguiente supone la desaparición de algunos de estos lugares y la desmembración de su entorno, pero, desde el punto de vista del investigador, tiene como ventaja que, de algunos de ellos, se levanta una cartografía de gran interés escasamente estudiada y en buena parte desconocida que recoge el punto de inflexión en los usos y paisajes de algunos de esos espacios. Índice -
Con la afirmación de “Reinos a Naciones” no queremos señalar solamente un problema terminológico, sino que pretendemos referirnos a un cambio de estructura del Estado, que se culminó en el mundo occidental a comienzos del siglo XIX. Desde la Baja Edad Media hasta finales del siglo XVIII, el sistema de gobierno común en Europa fueron las Monarquías, que administraron sus respectivos Reinos. Dicho sistema, aunque evolucionó a lo largo de los siglos modernos, creó una forma de gobierno, de resolver los problemas políticos y un modo de proceder en las relaciones sociales, que se ha bautizado como “cultura cortesana”. Al comenzar el siglo XIX, el sistema político cambió al modelo de “Estado nacional”, fundamentado en los principios políticos emanados del “contrato social” y la “soberanía nacional”. No obstante, si a nivel institucional y político, la transformación resultaba clara, muchos de los elementos de la “cultura cortesana” (de la forma de proceder en el Antiguo Régimen) permanecieron en el nuevo sistema, de ahí que al pasar el foco de nuestra investigación desde la tradición cortesana de la Edad Moderna (siglos XVI, XVII y XVIII) a la Contemporánea (XIX), encontramos procedimientos que siguieron practicándose y que muchos aspectos de la cultura cortesana seguían empleándose en el nuevo sistema político, lo que genera nuevas contradicciones que es preciso investigar. Los estudios recogidos en esta obra muestran que la transformación experimentada en los organismos del “sistema cortesano” hasta convertirse en Estado nacional fueron más progresivos y pausados y menos revolucionarios de lo que nos ha enseñado la historiografía al uso.
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